Donde no roba el ladrón
Sobrecogen las palabras de Jesús cuando se escuchan a los pies del Crucifijo:
No atesoréis para vosotros tesoros en la tierra, donde la polilla y la carcoma los roen y donde los ladrones abren boquetes y los roban.
Ves entonces su cuerpo, roído hasta la sangre por la polilla y la carcoma de nuestros pecados e ingratitudes. Ves los cinco boquetes en pies, manos y costado, abiertos por los ladrones que robamos su trono para sentarnos en él y echamos suertes sobre sus vestidos para colgarlo desnudo en esa cruz. Y sólo quieres postrarte y pedir mil veces perdón, y renegar del pecado para siempre.
Haceos tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni carcoma que los roen, ni ladrones que abren boquetes y roban. Porque donde está tu tesoro, allí estará tu corazón. Levanta Jesús la vista desde la Cruz hacia el cielo, y allí lanza su tesoro: ¡Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu! (Lc 23, 46). Y del costado, perforado por la lanza, se le escapa el corazón al cielo, donde escribe con sangre nuestros nombres en las sillas de un banquete.
¡Oh, Jesús! Piérdalo todo yo en la tierra, con tal de ganarte a Ti.
(TOI11V)