Dolores y alegría de un parto cósmico
Dice san Pablo que la creación está gimiendo y sufre dolores de parto (Rom 8, 22). Es un parto cósmico, el parto de todos los partos. Un parto doloroso, pero bien llevado, porque el niño nace de Cabeza. Y, como es de bien nacidos ser agradecidos, junto al dolor se hace presente la eterna gratitud de la criatura.
La mujer, cuando va a dar a luz, siente tristeza, porque ha llegado su hora; pero, en cuanto da a luz al niño, ni se acuerda del apuro, por la alegría de que al mundo le ha nacido un hombre. El alumbramiento comienza en los dolores de la Cruz, repartidos y esparcidos por la Historia entera, y se manifiesta en la Ascensión, cuando, de modo visible, nuestra Cabeza, Cristo, salió de las tinieblas de este mundo para amanecer a la luz celeste. Tras la cabeza, amaneció el cuello, la Virgen, asunta en cuerpo y alma a los cielos. Y, tras el cuello, vamos naciendo los cristianos, cogiditos al Señor como cogía Jacob el talón de Esaú.
Apréndelo bien y no lo olvides. Porque no te ha prometido Cristo que te irá bien en esta vida. Te ha prometido que nacerás al cielo.
(TP06V)