De Cafarnaún al Calvario
Cada vez me sorprende más cómo toda la Escritura, del primero al último versículo, tiene su centro y su sentido en Cristo, y cómo toda la vida de Cristo se consuma en la Cruz. Cualquier palabra de la Biblia llega a plenitud en el Calvario, y cualquier palabra pronunciada por Cristo alcanza su significado más sublime si la llevamos al Gólgota.
Hijo, tus pecados te son perdonados. Estas palabras se las dice Jesús a un paralítico en Cafarnaún. Pero, llevadas al Calvario, y escuchadas en intimidad de Amor con el Crucificado, hacen que el alma se estremezca.
«Hijo», así te llama. Y entiendes que, en ese momento, estás naciendo de su costado como nace un niño del vientre materno. Tu vida nueva comienza allí.
«Tus pecados te son perdonados»… Y te dejas bañar por el agua y la sangre, y recibes, como por vez primera, ese Bautismo que limpia tu alma y la convierte en templo. Y le dices: «Creador, Padre y Redentor mío. Por ser Vos quien sois, bondad infinita, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberos ofendido».
Entonces sabes que te han creado en el Calvario, y que perteneces a Cristo.
(TOI01V)