De buena o mala gana
«Padre, lo hago todo de mala gana. Vengo a misa casi a rastras. Atiendo a mi familia, pero estoy despotricando por dentro. Durante el trabajo, estoy deseando que llegue la hora de marcharme. Lo único que no hago de mala gana es comer, dormir y ver la tele. Dios tiene que estar muy disgustado conmigo».
Ojalá hicieras las cosas de buena gana, porque Dios ama al que da con alegría (2Cor 9, 7). Pero ¿realmente crees que desagradas al Señor por hacer las cosas sin ganas? Peor sería no hacerlas, digo yo.
Fíjate en los dos hijos de la parábola: El primero contestó: “No quiero”. Pero después se arrepintió y fue. El segundo, sin embargo, contestó: “Voy, señor”. Pero no fue.
¿Quién de los dos cumplió la voluntad de su padre?» Contestaron: «El primero». ¿Crees que ese hijo fue a la viña cantando de alegría y disfrutó trabajando? Yo creo que tuvo que luchar contra sí mismo; que el amor por su padre le hizo arrastrarse hasta el campo. Y que estuvo deseando que acabara la jornada para volver a sus cosas. Su trabajo fue verdadero sacrificio. Y su padre está orgulloso de él.
No seas tan duro contigo mismo.
(TA03M)