Dame pan… y dime tonto
Estás triste por… por lo que sea, tú sabrás. Seguro que tu tristeza tiene un motivo, y que a ti ese motivo te parece serio. Entonces se te acerca el Señor y te pregunta:
– ¿Cómo estás?
Tú respondes:
– ¡Estoy fatal!
Y te explayas, y le cuentas los motivos de tu tristeza.
Jesús te deja hablar y, cuando has terminado, te responde:
– ¡Qué tonto eres! No te enteras de nada.
Ahora es cuando dejas de leer, me miras a mí, y me preguntas: «¿De verdad cree usted que Jesús me diría eso?». Y yo te respondo que eso es lo que les dijo a aquellos discípulos que volvían tristes a Emaús:
¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas!
Venga, encaja el golpe. Y no te retires de la oración. Porque, después de decirte aquello, Jesús te hablará, y te abrirá el entendimiento, y te mostrará su palabra, y te hará ver cómo, en ese sufrimiento tuyo, unido al suyo, se encuentra la puerta del cielo. Después te llevará al altar, partirá para ti el pan, y te mostrará su rostro.
Y, cuando vuelvas a casa, tú mismo dirás:
– ¡Qué tonto era! No me enteraba de nada.
(TP01X)