Cuando obedeces a un mindundi

Según el relato de Lucas, lo que provocó que la visita de Jesús a su pueblo terminara en un intento de despeñarlo fue la mención que hizo a Naamán, el sirio.

Muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, sin embargo, ninguno de ellos fue curado sino Naamán, el sirio. Es un relato fascinante. Cuando aquel hombre acaudalado, pero leproso, acude a Eliseo, el profeta ni siquiera lo recibe. Le envía a un segundón, a un mindundi, para pedirle algo tan estrafalario como que se bañe siete veces en el Jordán. Al principio, el orgullo del general se resiente, y sale de allí enfadado. Pero sus sirvientes le hacen entrar en razón y, finalmente, obedece y resulta curado.

Tan provocativo como entonces resulta hoy. A muchos les gustaría que, si Dios existe, se les apareciera entre rayos, les hablara y con milagros sorprendentes resolviera sus problemas. Pero Dios los envía a la Iglesia y, allí, les pone por delante a un sacerdote gordo, feo y pecador que los invita a confesarse. Y ellos se rebelan: «¡Creo en Dios, pero no en la Iglesia!»… Ni han entendido a Dios, ni entienden a la Iglesia. Aunque, si obedecieran, se salvarían.

(TC03L)