Cuando no basta un «te quiero»

Una sola vez, en el Evangelio, dice Jesús a sus apóstoles que los ama: Como el Padre me amó, así os he amado yo (Jn 15, 9). Horas después de estas palabras, el Señor pendía de una cruz. Como era el Hijo de Dios, un solo «te quiero» salido de sus labios, y sellado después en el Madero, bastaba para llenar de Amor la historia de los hombres.

Con el hombre nunca basta un «te quiero». Somos volubles, fácilmente nos echamos atrás. Por eso a los enamorados les gusta escucharlo muchas veces. Y, también por eso, Jesús pidió a Simón que por tres veces respondiera: Simón, hijo de Juan, ¿me amas?

Avergonzado por el recuerdo de sus tres negaciones, Pedro puso tres «te quiero» donde antes había puesto tres «no lo conozco»: Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero. Y, tras cada uno de ellos, Jesús le pidió que lo sellara, como había sellado Él su «te quiero» en la Cruz: Apacienta mis ovejas.

Dile al Señor muchas veces que lo amas. Le gusta escucharlo. Pero escúchale tú también a Él cuando, tras cada palabra de amor, te responde: Apacienta mis ovejas. «¿Me quieres? Hazlo verdad. Tráeme almas».

(TP07V)