Cuando Jesús se corrigió a sí mismo

Mientras Jesús se despide de sus amigos, de repente interrumpe el discurso y se corrige a sí mismo: Está para llegar la hora, mejor, ya ha llegado, en que os disperséis cada cual por su lado y a mí me dejéis solo.

¿Qué pensamiento cruzó su cabeza durante aquel «mejor», qué le hizo cambiar del futuro al pasado el tiempo verbal? Mientras hablaba en futuro de esa hora en que sus amigos se dispersarían, pensaba en Getsemaní. Pero, al mirarlos, sus ojos se posaron en aquella silla vacía, la de Judas. Y, sobre la marcha, cambió el discurso: Mejor, ya ha llegado.

Y, tras el atrevimiento con que el sacerdote se introduce en el pensamiento del Hijo de Dios, respaldado por un apóstol que afirma que tenemos la mente de Cristo (1Co 2, 16), llevemos la aventura hasta el final. Miremos a los ojos del Señor y escuchemos su llanto durante ese «mejor»:

«No te vayas también tú, quédate a mi lado, no me dejes solo. Porque, si te alejas de mí, en el mundo tendréis luchas. Quédate conmigo, yo he vencido al mundo, en mí encontrarás la paz. Y yo te llevaré, a través de la Cruz, al cielo».

(TP07L)

“Tú, pecador