Cristo como meta

El joven rico se acercó a Jesús buscando heredar vida eterna. Cristo, para él, era una ayuda más, un maestro que podía ayudarle a encontrar lo que deseaba. Lo mismo puede decirse de gran parte de los enfermos que se acercaban al Señor; buscaban salud, y Jesús era el médico que podía devolvérsela. Todas estas personas tenían una meta en la vida, y veían en el Hijo de Dios a alguien que podría ayudarles a conseguirla. Cristo era, para ellos, lo que es para mí el dependiente de la frutería: aquél que puede proporcionarme lo que necesito.

Aquel de quien escribieron Moisés en la ley y los profetas, lo hemos encontrado: Jesús, hijo de José, de Nazaret. ¡He aquí la grandeza de Felipe, de Bartolomé, de Juan…! Para ellos, Jesús representa el final de la búsqueda. No buscan algo distinto de Él y le piden ayuda para encontrarlo, sino que lo buscan a Él. Una vez hallado, han alcanzado la meta y descansan en Él. Lo mismo le sucedió a Edith Stein, quien, al conocer al Señor, exclamó: «¡Aquí está la verdad!». Fin de trayecto.

Ojalá, al acercarte a Jesús, no lo busques sino a Él. Y, al encontrarlo, descanses.

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