Convierte tu dolor en cruz
Me lo dijo alguien hace unos días: «Lo bueno de acompañar a una persona que sufre es que nunca te pregunta cómo estás. Y a mí no me apetece que lo pregunten. Así que paso el día junto a este pobre hombre que no para de hablarme de sus padecimientos y jamás se interesa por los míos». Por desgracia, lleva razón. El sufrimiento, si no sabemos transformarlo en cruz, nos vuelve muy egoístas. Nos fijamos tanto en nuestros dolores, que olvidamos que no somos los únicos que sufrimos.
Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga. Estas palabras deberías escucharlas mientras contemplas el Vía Crucis. Jesús, cargando con tus pecados en el Leño santo, pasa a tu lado y te mira. Tú estás sufriendo, como yo, como aquél, como todos. Pero ese sufrimiento tuyo te está matando, porque has convertido tus dolores en el centro del mundo. Ahora el Señor te despierta: «¡Mírame a mí! Yo me he compadecido de ti. Ahora compadécete tú de mí. Trae tu sufrimiento, únelo al mío, suframos juntos. Convierte el dolor en cruz, la cruz en amor, y el amor en redención».
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