La Resurrección del Señor

Domingos del Tiempo Ordinario (Ciclo B) – Página 4 – Espiritualidad digital

Cuando Dios duerme

¿Nunca has leído el salmo 106? Es toda una profecía de ese momento en que Jesús, levantándose del sueño, calmó la tormenta que hacía temblar a los apóstoles.

Él habló y levantó un viento tormentoso, que alzaba las olas a lo alto: Subían al cielo, bajaban al abismo, el estómago revuelto por el mareo. Rodaban, se tambaleaban como borrachos, y no les valía su pericia. Pero gritaron al Señor en su angustia, y los arrancó de la tribulación. Apaciguó la tormenta en suave brisa, y enmudecieron las olas del mar (Sal 106, 25-29).

Es fascinante, no me lo negarás. Y, con todo, aquel milagro nunca debió suceder. Es la única vez en que Jesús, tras realizar un milagro, regaña a quien se lo pidió: ¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?

Jesús obró el milagro en consideración a la debilidad de los apóstoles. Pero, si hubieran tenido fe, al ver al Señor dormido se hubieran calmado. Si Jesús duerme, eso es señal de que no sucede nada malo. Cuando Jesús vele en Getsemaní, sin embargo, se dormirán ellos. Y entonces era preciso velar.

Si Dios duerme, no lo despiertes. Duerme también tú, todo va bien. Aunque no lo parezca.

(TOB12)

Si no siembras…

Sucedió hace años a las puertas de mi parroquia. Ella estaba fuera, fumando, fumaba muchísimo. Y se le acercó una mujer para pedirle fuego. Mientras le encendía el cigarrillo, observó las lágrimas en sus ojos y le dijo: «Parece que te vendría bien entrar y hablar con el sacerdote». Cosas que pasan, aquella mujer, que llevaba muchos años sin pisar una iglesia, hizo caso del consejo y entró a hablar con el sacerdote. Y se confesó, se quedó a misa, y se convirtió.

El reino de Dios se parece a un hombre que echa semilla en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo.

Quienes no se atreven a hablar de Dios jamás conocerán el fruto que podrían haber dado sus palabras. Si no siembras, nunca recogerás. Y si el fruto es para Dios y para la felicidad de quienes están perdidos, no sembrar, no hablar de Dios, es un serio pecado de omisión.

«¿Para qué voy a hablar, si no me harán caso?» ¿Y tú qué sabes? ¡Podría contarte tantas historias como la de arriba!

Siembra sin miedo, y reza. Lo demás déjaselo a Dios.

(TOB11)

Los ojos, en la luz

Si miras al sol y lo ves oscuro, ¿dónde está la oscuridad? No en el sol, sino en tus ojos. Se te ha nublado la vista, te han cubierto las sombras y estás ciego.

Los escribas decían: «Tiene dentro a Belzebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios». Tienen delante al Sol, y sólo ven tinieblas. Tienen enfrente a Dios, y sólo ven demonios. Quizá se aficionaron a mirar demonios, y así se les llenaron los ojos de sombras.

No me gustan esos cristianos que ven demonios por todas partes. ¿Les duele la cabeza? ¡El Demonio! ¿Pierden el autobús? ¡El Demonio! ¿Les disgustan los políticos? ¡El Demonio! ¿Les cae mal una persona? ¡El Demonio! Andan detrás de exorcismos e imposiciones de manos, cuando deberían buscar aspirinas y un psicólogo sensato. De tanto mirar al Demonio, se les ha llenado el alma de tinieblas. Son cristianos tristes.

Ya sabemos que los demonios existen, y que tratarán de perturbarnos. Pero lo que más les gusta es captar nuestra atención. Es preciso sufrirlos y, santamente, ignorarlos. Los ojos del cristiano tienen que estar fijos en Cristo, la luz que enamora y ahuyenta las tinieblas del alma. Sonríe.

(TOB10)

¡Queda limpio!

Piensa en una persona cercana que te caiga particularmente mal. No me digas que no la encuentras, que no me lo creo. Te creo más si me dices que tendrías que elegir entre unos cuantos. Ok, piensa en el peor de todos, en ése a quien no puedes ver ni en pintura. Quizá te ha hecho daño; quizá, simplemente, te resulta desagradable; o, quizá, las dos cosas a la vez.

Se le acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: «Si quieres, puedes limpiarme». Fíjate en él: la gente se apartaba a su paso para que no los contaminase, no querían ni respirar el mismo aire que aquel pobre hombre. Su aspecto físico era repugnante, nadie quería mirarlo. Jesús, sin embargo, lo miró con compasión, extendió la mano y lo tocó diciendo: «Quiero: queda limpio».

Vuelve ahora a pensar en esa persona a quien no soportas. Pídele prestados a Jesús sus ojos, y mírala con ellos… Verás, en primer lugar, que es una persona que sufre. ¿No te das cuenta de que lleva el sufrimiento en la cara? ¡Como tú! Mira su sufrimiento y compadécete. Acércate sin miedo a ella, no temas tocarla… y quien habrá quedado limpio ¡serás tú!

(TOB06)

Obraréis milagros mayores

Buscad, en los evangelios, a un solo enfermo que implorara de Jesús la sanación y no la obtuviera. No lo encontraréis.

La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males. Jesús no negó la curación a ningún enfermo que se lo pidiera con humildad; incluso curó a muchos que no se lo habían pedido, como el soldado Malco o el paralítico de la piscina probática.

Cuando, en 1917, la Virgen apareció en Fátima, los videntes le rogaron por multitud de enfermos. Ella respondió: «Algunos se curarán». Y algunos se curaron. No todos. Yo he visto sanaciones milagrosas. También he peregrinado a Lourdes con enfermos, y esos enfermos murieron. Murieron todos en los brazos de la Inmaculada.

Cristo ya no sana a todos los enfermos. No os enfadéis si no obtenéis el milagro. Ahora los cielos están abiertos, ahora la muerte es camino hacia la Vida. Por eso, ahora Cristo sana las almas. Vienen enfermas al sacramento del Perdón, y la absolución obra siempre el milagro; un milagro mucho mayor que la resurrección de Lázaro. Todo aquel que acude contrito al confesonario resulta curado. Allí es donde ahora se derrama el poder sanador de Jesús.

(TOB05)

El corazón en los labios

Allá por el siglo pasado, cuando estudiaba Derecho, sufrí al peor profesor que he tenido en mi vida. Sacaba de la cartera un manual descatalogado, que no estaba ni en la Biblioteca de la Facultad, y comenzaba a leer a toda velocidad hasta que concluía la clase. Nos las veíamos negras para tomar apuntes a ese ritmo. Hasta que alguien, felizmente, se hizo con el manual, lo fotocopió, y nos pasó a todos la tabla de salvación. A partir de aquel momento, las clases se vaciaron; sólo quedamos cuatro alumnos poseídos de un discutible sentido de la responsabilidad. Afortunadamente, a los cuatro nos aprobó sin examinarnos, como recompensa por nuestra paciencia.

Les enseñaba con autoridad, y no como los escribas. Siempre he pensado que los escribas eran como aquel profesor mío: leían lo que otros habían escrito, y aburrían a las piedras. Pero llegaba Jesús, abría los labios, y sus palabras ardían. ¡Este hombre se cree lo que dice! ¡Habla de lo que ama! ¿Cómo no escucharlo? Temblaban los demonios, se indignaban los fariseos, y caían rendidos de amor los discípulos.

Cuando hables de Cristo, pon el corazón en los labios. Te entiendan o no, que noten que estás enamorado.

(TOB04)

“Evangelio

Cristianos

¿Qué es un cristiano? De un admirador de Jesús diríamos que es un «fan». ¿Para qué quiere Cristo un club de fans? A un seguidor de la doctrina de Cristo lo llamaríamos, más bien, «cristista». Pero un cristiano es alguien que pertenece a Cristo. La madre de un sacerdote amigo mío murió señalando el crucifijo y diciendo: «Le pertenezco». Era cristiana.

A continuación los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon en pos de él. Aquellos primeros no fueron tras la doctrina de Jesús, sino tras el propio Jesús. Se sentían cautivados por Él.

¡Qué lástima, no haberlo visto! Por un lado, pienso que estar allí hubiera conllevado un riesgo terrible: ¿Y si no lo hubiera reconocido? ¿Y si no lo hubiera creído? ¿Y si me hubiera dado la vuelta, como el joven rico? Pero, por otro lado, pienso que Jesús tuvo que tener un magnetismo tremendo. Entonces creo que, si le hubiera mirado a los ojos, me habría rendido por completo ante Él. Nunca lo sabré.

Hay personas empeñadas en cumplir la doctrina cristiana que, sin embargo, apenas conocen a Cristo. ¡Qué religión tan aburrida! Tú enamórate primero, y cumple después.

(TOB03)

“Evangelio

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Más información
Privacidad