Libros de José-Fernando Rey Ballesteros

Domingos del Tiempo Ordinario (Ciclo B) – Página 3 – Espiritualidad digital

La mejor forma de aprovechar las vacaciones

precepto dominicalMuchos de vosotros estáis de vacaciones. Y tenéis más disponibilidad de vuestro tiempo. No lo desperdiciéis, que el tiempo nos lo da Dios para convertirlo en gloria. Aprovechad, por ejemplo, para comulgar a diario.

Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre.

Deglutir la sagrada Hostia no es necesariamente comulgar. Hace falta algo más, la comunión debe llegar al alma. Recibidla con fe; acoged con amor a quien viene a vosotros enamorado. Y, al comulgar así, recibiréis vida eterna. No hablo de una prolongación infinita de la vida temporal, sino de otra vida, la de Dios, que está por encima del tiempo. Al comulgar, el alma es elevada a la eternidad. Disfrutadlo.

Y el cuerpo, al recibir así al Señor, queda convertido en cuerpo de Cristo y bendecido con la promesa de compartir su resurrección.

Por eso haréis bien si aprovecháis las vacaciones para comulgar a diario. No hay mejor descanso, ni mayor ganancia.

(TOB19)

El alimento que perdura

Se me acercó una mujer y me pidió: «Padre, rece por mi marido, que está muy enfermo, al borde de la muerte». Le respondí: «Claro que rezaré. ¿Quieres que vaya a confesarle y a administrarle la santa unción?». Me dijo: «No, padre, que me lo asusta. Sólo rece por él».

Me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros.

Si le hubiese dicho: «Ve nueve días seguidos a Misa, y tu marido se curará», lo habría cumplido sin dudarlo. Pero habría ido a Misa para obtener un milagro, no para obtener vida eterna.

Han pasado dos mil años desde que Cristo vino al mundo, y hay algo que aún no hemos entendido: El Hijo de Dios no se ha encarnado para solucionar los problemas de nuestra vida temporal, sino para que tengamos vida eterna. Él mismo quiso padecer la enfermedad y la muerte para que nosotros recibamos la gracia del cielo.

No digo que no pidáis milagros. Pedidlos, yo también los pido. Y Dios hará lo que más convenga. Pero, sobre todo, trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna. Los milagros pasan, la vida eterna no.

(TOB18)

Un personaje secundario

Desconocemos el nombre del muchacho. Es un personaje secundario en la escena, ni eso, es casi un «extra» a quien le cobraron en lugar de pagarle. No ha pasado a la posteridad como los apóstoles. Nadie pensó nunca en canonizarlo (¿cómo, si no tiene nombre?). Y, sin embargo, toda la escena depende de él. Sin él, aquella multiplicación de los panes y los peces no habría sucedido.

Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos? Al pequeño Francisco Bernardone le dijo el crucifijo de san Damián: «Francisco, repara mi iglesia, que se desmorona». Y él creyó que se refería al templo de piedra; ése lo podía reparar. Pero Jesús le hizo ver que no se refería a las piedras, sino a las almas. ¿Qué es eso para tantos? ¿Cómo yo, un pobre hombre, podré reparar la Iglesia de Cristo?

El niño le dio a Jesús cuanto tenía. No se guardó un pan «por si acaso»; lo entregó todo. Quienes entregan a Dios el 90% de cuanto tienen no disfrutan ni de Dios ni del 10% que se guardan. La entrega debe ser total.

Jesús hace milagros con niños así.

(TOB17)

Le han robado a Cristo las ovejas

Si, en los años 80 del pasado siglo, nos hubieran transportado en el tiempo a nuestros días, y hubiéramos visto a hombres y mujeres caminando con una pantalla en las manos, ¿qué hubiéramos pensado? Hubiéramos imaginado una película de ciencia ficción. Pero es verdad.

Vio una multitud y se compadeció de ella, porque andaban como ovejas que no tienen pastor. ¿Cómo están las ovejas sin pastor? Dispersas, hasta que llega un ladrón y se las lleva. Así está Occidente: se apartó del Pastor, y ha sido secuestrado por el ladrón, que las apacienta a través de la pantalla.

Nos dicen qué tenemos que hacer, qué debemos pensar y qué debemos comprar. La tiranía del pensamiento único ha convertido a Occidente en un rebaño de monos evolucionados con conexión a Internet al servicio de intereses inconfesables.

Sólo Cristo, el buen Pastor, nos puede volver a hacer personas; sólo Él nos puede devolver la dignidad de hijos de Dios. Sólo Él da su vida por las ovejas.

Seguidlo a Él. Prestad más atención al Evangelio que a Instagram; al sacerdote que al periodista; a la doctrina de Jesús que a la del mundo. No sigáis viviendo como esclavos, volved a ser hijos.

(TOB16)

La turra

Soy un pesado, ya lo sé, no paro de dar la turra con lo mismo, y lo peor es que no quiero parar. Lo repetiré una y otra y mil veces: El cristianismo no es un artículo de consumo espiritual para burgueses, ni una forma de hacer amigos o de encontrar novio/a, ni un club exclusivo de personas espiritualmente exquisitas. El cristianismo es una explosión de júbilo cuya onda expansiva lanza a los cristianos lejos de sus casas, de sus familias, de sus amigos y hasta de sus propias vidas para enviarlos al encuentro de quienes no creen. Y si el cristianismo no es eso, es que lo hemos matado definitivamente. El «podéis ir en paz» con que concluye la Misa es una bomba que desperdiga a los fieles, no una invitación al aperitivo en el bar de enfrente.

¿A cuántas personas que no creen les has hablado de Cristo en los últimos quince días? Hasta que no respondáis todos con diez, quince, cien, doscientos… no quiero parar de dar la turra.

Jesús llamó a los Doce y los fue enviando de dos en dos… Ellos salieron a predicar la conversión. Al menos, esta turra no la he comenzado yo.

(TOB15)

Mamá, no seas pesada

Se quejan muchas madres –más que los padres, por cierto– del poco caso que les hacen sus hijos mayores cuando les aconsejan que vayan a misa los domingos, o les imploran que bauticen a los nietos… Al final, la conversación siempre acaba así: «Mamá, no seas pesada».

Y yo les respondo que no sean pesadas. No por dar la razón a los hijos, que no la tienen, sino porque la insistencia de mamá no sirve para nada. Ojalá sus hijos encuentren a un buen amigo que les hable de Dios. Será humillante para ellas, pero, en ocasiones, una sola palabra del amigo hace más efecto que todos los consejos de mamá durante años.

No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa.

Mamá, no te desgañites. Tus palabras no sirven, porque tus hijos las han oído mil veces. Jesús redimió a los nazarenos padeciendo por ellos en la Cruz. Por tanto, aprende que ese dolor tuyo, ofrecido junto al de Cristo, es más eficaz que todos tus sermones. Pasó el tiempo de hablar a tus hijos de Dios. Es hora de hablarle –si es preciso, con lágrimas– a Dios de tus hijos.

(TOB14)

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Más información
Privacidad