Bodas y entierros
Nada más lejos del verdadero cristianismo que esa caricatura del hombre adusto, siempre serio, sobrio hasta el reproche, que ni fuma, ni bebe, ni ríe, ni se rasca. Yo jamás hubiera canonizado a la señorita Rottenmeier.
Id ahora a los cruces de los caminos y a todos los que encontréis, llamadlos a la boda. El cristiano, más bien, tiene que parecer alguien que invita a los hombres a una boda. Y si un vegano abstemio me invita a una boda, yo no voy.
Cada vez más, la imagen que muchos hombres tienen de la Iglesia es la de una gran enterradora. No van a misa más que cuando deben asistir a un funeral. Y, cuando no hay muerto de por medio, ningún vivo les habla del Cristo ni de la alegría de la salvación. ¿Qué van a pensar, entonces? Que somos una inmensa empresa de pompas fúnebres.
Culpa nuestra. El Señor nos mandó que invitásemos a los hombres a una boda, y nosotros esperamos a morirnos para invitarlos a un entierro.
A todos los que encontréis, llamadlos a la boda. Que no se cruce nadie en tu camino a quien no hayas procurado transmitir la alegría del Amor de Dios.
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