Aparcar el coche y redimir almas

Desde el momento en que abro la puerta del coche para conducir hasta Madrid, aviso a mi ángel de que estoy saliendo, para darle tiempo a que me consiga una plaza de aparcamiento. He descubierto que, si se lo pido al llegar, se lo pongo muy difícil al pobre.

«¡Qué tontería!», pensaréis. Cierto. Pero la vida también se compone de tonterías simpáticas, que forman parte del coloquio con amigos del Cielo. Luego están las cosas serias. No es lo mismo pedir aparcamiento al ángel que pedirle almas a Dios.

Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá. Quienes pedís con lágrimas por vuestros hijos, vuestros nietos o vuestros amigos, como pido yo por mis feligreses, acordaos de santa Mónica. Dios nunca rechaza esa oración. Pero las almas son muy caras.

Para obtener almas, debemos pedir desde la Cruz, mezclar nuestras lágrimas con las de Cristo, y unir a la ofrenda del Calvario el sacrificio de nuestras vidas. Sobre todo, no le marquéis plazos a Dios. Si quiere teneros pidiendo durante años, no desfallezcáis. Veréis el fruto desde la tierra, o desde el Cielo. Dios no puede negar almas a quien se las pide con lágrimas.

(TOC17)