Antídotos contra los respetos humanos
En algunos países, como en Nigeria, ser cristiano puede costarte la vida. En muchos países árabes, por anunciar a Jesucristo puedes acabar encarcelado. En España, como dice la carta a los Hebreos, todavía no habéis llegado a la sangre en vuestra pelea contra el pecado (Heb 12, 4). Pero si, en una comida de trabajo, se te ocurre decir que vas a misa, quedarás marcado ante muchos de tus compañeros como retrógrado, homófobo, cavernario y fascista. La persecución no es sangrienta, pero es social. Y, quizá por eso, muchos cristianos no pronuncian el nombre de Cristo fuera del templo; no quieren quedar marcados. El día del Juicio, muchos nigerianos se levantarán contra nosotros y nos acusarán.
Seréis odiados por todos a causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el final, se salvará. El Señor no engaña; te anuncia claramente que, si lo sigues, serás odiado. ¿Qué haces si alguien te dice: «Ven conmigo y te odiarán, te insultarán y, si pueden, te matarán»? Sólo puedes tener dos motivos para seguirlo: O lo quieres mucho a él, o amas mucho lo que él ama. Ahí tienes dos antídotos contra los respetos humanos: Amor a Cristo y a las almas.
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