Al pan, pan, al vino, vino, y al hombre, reverencia

Ya no se dice mucho, y se practica menos, pero es urgente recuperar ese refrán que nos invita a llamar «al pan, pan, y al vino, vino». Además, es muy eucarístico. Supongo que el día en que lo olvidamos fue cuando comenzamos a llamar al aborto «interrupción del embarazo» y al homicidio de los enfermos «muerte digna».

No juzguéis, para que no seáis juzgados. Este precepto evangélico no es una invitación a la ingenuidad. Por seguir con uno de los ejemplos del párrafo anterior, si me consta que una mujer ha abortado, tendré que aceptar que se ha derramado la sangre de un ser humano indefenso, y que ese pecado clama al cielo como clamaba al cielo la sangre de Abel. Al pan, pan, y al vino, vino.

Pero cuando tengo delante a la persona que ha cometido ese crimen, debo arrodillarme, porque estoy ante un misterio. Quizá no sé nada de su infancia, de sus padres, de su historia de sufrimiento, de sus debilidades, de su formación… Sólo Dios, que conoce el interior del ser humano, puede juzgar a una persona. Y lo hará con verdad, con justicia, y con misericordia. Lo que a mí me corresponde es rezar.

(TOI12L)