Acogido en sus purísimas entrañas

Ante el relato que san Mateo hace de la anunciación a José, siempre me resultaron especialmente evocadoras las últimas palabras: Acogió a su mujer. Durante años he pensado que, al igual que el santo patriarca, debería yo acoger a la Virgen en mi vida para de ella recibir a Cristo.

Sin embargo, últimamente mi oración ha cambiado de signo. Hoy me doy cuenta de que es ella, la Virgen, quien me acogió a mí al acoger en su seno a Jesús. Porque el ángel le anunció que su hijo sería rey. Y la madre del rey es Reina Madre. Ella, al decir su «fiat», me acogió también a mí. Y José nos acoge a María y a mí con ella. Soy yo el acogido.

Iré un paso más allá. He sido acogido, con Jesús, en el mismo vientre de María. Allí convivimos ambos, como convivieron Jacob y Esaú en el vientre de Rebeca. ¿Acaso no comulgo el mismo cuerpo que allí estuvo nueve meses encerrado?

Perdonad, quizá esta aventura de oración es demasiado personal. Pero, de ser cierta, cuando llegue Navidad y nazca Jesús, nacería también yo, asido a su talón, como hijo de Dios y de María.

Y tú.

(1812)

“Misterios de Navidad