Cristo en su Pasión

22 marzo, 2025 – Espiritualidad digital

Si no te das la vuelta…

¿Qué diferencia una amenaza de una advertencia? Quien amenaza está dispuesto a hacerte un daño si no cumples lo que pide. Quien advierte quiere evitarte un daño con su aviso.

Hablando de los galileos asesinados por Pilato y de quienes murieron aplastados por una torre en Siloé, Jesús repite las mismas palabras; Si no os convertís, todos pereceréis lo mismo.

El Enemigo te querrá hacer entender que Jesús está amenazando con la muerte a quien no se convierta. No le hagas caso. Jesús te está diciendo, con gran dolor, que vas camino de la muerte y que tienes que darte la vuelta para salvarte. Sus palabras son advertencia cariñosa.

Porque convertirte es eso, darte la vuelta. Vives de espaldas a Dios y mirando a las criaturas, vives pendiente de tus problemas y tus planes, tus urgencias y tus muchas ocupaciones. Apenas te acuerdas de Dios, si no es para pedirle que te ayude con «tus cosas».

«Tus cosas» se te van a caer encima si no te conviertes. Mira al cielo. Vive pendiente de la palabra de Dios y haz «tus cosas» con paz. Vive para el plan de Dios, en lugar de pedir que Dios viva para tus planes.

(TCC03)

El desengaño

Lo comentaba el otro día con mi vicario parroquial: Cada vez más gente está volviendo a la Iglesia, y no vuelven movidos por el fervor, sino por el asco. Se han cansado del mundo, han descubierto la trampa oculta en el ídolo de este siglo, han experimentado el vacío con que paga a los suyos y se han desengañado. Están asqueados. Y, al volver la vista atrás, reconocen en la Iglesia el hogar paterno del que nunca debieron alejarse, y en la mesa de los hijos de Dios el único alimento que los puede saciar.

Deseaba saciarse de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba nada. Se levantó y vino adonde estaba su padre. ¿Qué movió al hijo pródigo a volver a la casa de su padre? No fue la compunción, ni el amor. Fue el asco. El asco de aquellas algarrobas, de la compañía de los cerdos, de la suciedad que cubría su cuerpo.

Lo peor es acostumbrarse a la inmundicia; que un hombre no quiera salir de la piara para llegar a Casa, y que toda su oración consista en pedir más algarrobas. Qué lástima, entonces.

Concédenos, Señor, no perder jamás la nostalgia del cielo.

(TC02S)

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