Cristo en su Pasión

18 marzo, 2025 – Espiritualidad digital

La santa coma

La coma, en los santos, es muy importante. Por ejemplo: San Isidro, coma, labrador. O mi santo patrón: San Fernando, coma, rey. Y es que detrás de la coma está la clave de la santidad. San Isidro se santificó arando el campo para Cristo y san Fernando gobernando España para Dios.

La coma, en la solemnidad de san José, es crucial: San José, coma, esposo de la bienaventurada Virgen María. Porque José camina por el Evangelio de la mano de su santísima esposa. Hasta san Mateo, al hablarnos del joven patriarca, respeta la santa coma:

José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo.

Y es que José amó a María con amor de joven enamorado, se turbó ante la noticia de su misteriosa gravidez, protegió, tras conocer en sueños su vocación, la virginidad de su esposa aun a costa de sus propias pasiones, y murió con ella a su lado. ¡Qué santidad más dulce!

De san José aprendemos a amar a la Virgen, pero también aprendemos silencio, vida interior, obediencia, humildad, castidad… y todo ello, sin abrir la boca. ¡Qué maravilla!

¡Bendito san José! Ningún santo acuñó, detrás de su santa coma, un tesoro más hermoso.

(1903)

El buen camino

Dice el salmo de la Misa: Al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios (Sal 49, 23).

Porque hoy el evangelio muestra dos caminos: el de los fariseos y el de la Cruz.

Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y agrandan las orlas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas. Qué ridículos somos, ante los ángeles, cuando tomamos el camino de la apariencia y la vanidad. Nos plegamos a las expectativas de los hombres, queremos ser bien vistos por ellos, ser tenidos por buenos y ensalzados como «gente influyente»… Desde el cielo nos miran como se miraría a un niño pintándose un bigote y calzando los zapatos de papá. ¡Pobres de nosotros!

El primero entre vosotros será vuestro servidor. El primero entre nosotros, Aquél cuyo rostro resplandeció de gloria en el Tabor, pende ultrajado de una cruz y se tiende en el altar como alimento y ofrenda. Mientras tanto, nosotros seguimos queriendo caer bien y ser populares. Es decir, alejándonos de Él.

Al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios (Sal 49, 23).

(TC02M)

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