Cristo en su Pasión

8 marzo, 2025 – Espiritualidad digital

Un catálogo para el desierto

desiertoAquí te dejo un catálogo, basado en las tentaciones del desierto, para que hagas tu plan cuaresmal. Bastará con que elijas un propósito de los que te ofrezco en cada bloque:

Di a esta piedra que se convierta en pan: a las tentaciones de la carne responderemos con ayuno. Menos comida. Menos alcohol. Menos dulces. Quienes fuman, menos tabaco. Menos series de TV. Menos redes sociales. Menos palabras (calla un poco). Menos quejas.

Si te arrodillas delante de mí, todo será tuyo. A la tentación del poder, responderemos con la oración, que nos hace adorar al único Dios. Media hora diaria de oración mental. Misa diaria. Rosario diario. Via Crucis. Visita al sagrario cada día. Adoración eucarística. Lectura de alguna vida de Cristo.

Tírate de aquí abajo. A la tentación del triunfo y la cosecha de alabanzas, responderemos con la limosna, que nos pone a los pies del prójimo. Más dinero en el cestillo de la iglesia. Regala tu sonrisa a los demás. Escucha al prójimo. Regala tu tiempo. Ama a tu enemigo. Perdona las ofensas. Pide perdón a quien ofendiste. Saca la basura en casa.

Tres propósitos. Uno de cada bloque. Y, con la ayuda de Dios ¡a cumplirlos!

(TCC01)

Contigo, al fin del mundo

vocaciónLa invitación de Jesús a Leví es terminante. De no ser por la dulzura de su voz, casi diríamos que parece una orden:

Sígueme.

Escuchada hoy, el sábado previo al primer domingo de Cuaresma, esa invitación nos llevará directamente al desierto. Mañana amaneceremos en ese lugar cuyos dos únicos pobladores, además de las alimañas, parecen ser Cristo y Satanás. La Iglesia nos invitará a permanecer allí, como Jesús, durante los próximos cuarenta días.

Podemos encarar la travesía de dos maneras: La primera consiste en centrar la atención en lo que nos faltará. El desierto supone hambre y sed, ayunos y penitencias, rigores y batallas. Pero, si encaramos de esta forma la Cuaresma, se nos hará amarga y tediosa, aunque tratemos de endulzar esa amargura con la esperanza de un futuro desquite pascual.

Hay otra forma de encarar la travesía: Fijemos la mirada en Cristo, nuestro Moisés, aquél que nos ha invitado hoy a seguirlo y que nos guiará a través del desierto. Enamorémonos de Él, consideremos la Cuaresma como un viaje en intimidad de Amor, como un noviazgo que llegará al desposorio sobre el monte Calvario. Digámosle: «Contigo iré al desierto y a la Cruz. Contigo, al fin del mundo».

(TC0S)

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