Cristo en su Pasión

1 marzo, 2025 – Espiritualidad digital

La charlatana

De Madrid a mi casa hay cincuenta minutos en tren. Lo que dura un episodio de una serie de TV ¿Me creeréis si os digo que me he tragado un episodio entero de la vida y milagros de una mujer a quien no conocía? Me senté frente a ella en el vagón. Inmediatamente sacó el teléfono, comenzó a hablar, y no paró de hablar hasta que se apeó del tren sin soltar el móvil. Su pareja, su hija, sus enfermedades, su trabajo… ¡Lo sé todo de ella! Y hasta recé por quien estuviera al otro lado del teléfono, porque no pudo decir ni palabra. Mi compañera de viaje no paró de hablar ni para tomar aliento. He llegado a pensar que realmente hablaba sola.

De lo que rebosa el corazón habla la boca. Y con razón lo dice Jesús, porque estaba lleno de Dios y hablaba palabras de gracia. Pero quien está lleno de sí mismo sólo habla de sus cosas. ¡Ay de quien tenga que escucharlo!

Te sugiero un uso peculiar del teléfono para hacer una resonancia magnética de tu corazón: Graba un día tus conversaciones de la mañana a la noche, y escúchalas después… si te aguantas, claro.

(TOC08)

Lo que sabemos del infierno

Sabemos que el infierno existe. Además, si el infierno no existiera, Cristo no sería el Salvador. ¿De qué nos habría salvado? ¿de un dolor de cabeza?

Ahora bien: aparte de saber que existe, del infierno sabemos muy poco. Podemos presumir que algunos hombres –muchos o pocos– hayan caído en él, pero la Iglesia, que canoniza a los santos, nunca da a nadie por condenado. Por tanto, no tenemos ni idea acerca del número de los perdidos.

Sabemos algo más: quienes se hayan condenado, no ha sido a causa de sus crímenes. Quizá por eso quiso Jesús que un criminal lo acompañase al cielo desde la Cruz. Allí, en el Calvario, Cristo ha obtenido de su Padre el perdón de todas las culpas. El pecador no tiene más que acercarse a esa fuente de agua y sangre, derramada en los sacramentos de la Iglesia, para encontrar la salvación.

Quien no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él. Si algún hombre se ha condenado, es porque no ha querido recibir ese perdón. Por tanto, no ha sido por hacer el mal o por no hacer el bien, sino por haber rechazado el Amor. Es decir, el cielo.

(TOI07S)

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