Libros de José-Fernando Rey Ballesteros

enero 2025 – Página 4 – Espiritualidad digital

Un río de Amor y de Vida

Se acerca la fiesta del Bautismo del Señor, y contemplaremos el cumplimiento de la promesa del profeta proclamada por Cristo en la sinagoga de Nazaret:

El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Y así veremos, sobre el Jordán, al Espíritu en forma de paloma ungiendo al Hijo de Dios.

Israel ungía con aceite a profetas, sacerdotes y reyes. Pero ¿qué necesidad tenía quien es, por excelencia, el Ungido de Yahweh, de recibir aquella unción? ¿Acaso no la poseía desde el principio?

Es como preguntar qué necesidad tenía la Virgen de recibir al Espíritu en Pentecostés. Por supuesto, Jesús es el Verbo, el Ungido desde el principio. Pero esa unción no es como la de los antiguos profetas, quienes recibían una vez el aceite sobre sus cabezas. La unción de Cristo es permanente, el Padre está siempre derramando el Espíritu sobre el Hijo, como el Hijo está siempre entregando el Espíritu al Padre. En el Jordán, por un instante, se vio lo que eternamente sucede.

Del Padre al Hijo, y del Hijo a las almas en gracia. Es un río de Amor y de Vida que nos llena de Dios. Terminaremos la Navidad repletos de cielo.

(1001)

“Evangelio 2025

Lo creo, pero ¿me lo creo?

Me lo dijo un hombre barbado durante unos ejercicios espirituales. Se acercó con la cara de quien ha descubierto la fórmula de la gaseosa. «¡Padre! ¡Que es verdad! ¡Que el Señor me ama! ¡Pobre ignorante, le he engañado!». Este hombre, a lo largo de su vida, habría escuchado cientos de veces que Cristo lo amaba. ¿Entonces, a qué venía eso? Venía a que, por primera vez, se lo había creído.

Yo me froto los ojos muchas veces. Me pregunto si, en lo profundo del alma, me lo he creído. Estoy rodeado de signos del Amor de Jesús, mi vida entera está cubierta por mil muestras de cariño venidas del cielo. Pero ¿me lo he llegado a creer, de verdad? En ocasiones pienso que, si realmente lo creyese, no temería nada, ni de la vida, ni de la muerte. ¿Acaso no dice san Juan que el amor perfecto expulsa el temor (1Jn 4, 18)?

Ánimo, soy yo, no tengáis miedo. Necesito escuchar estas palabras una y otra vez. Porque, como los apóstoles, sigo temblando de miedo tantas veces.

Me refugiaré, como niño, en el abrazo de la Virgen. Ese abrazo es la mejor noticia del Amor que Cristo siente por mí.

(0901)

“Evangelio 2025

Comiendo a besos el Pan

Nacido en Belén, fue Jesús recostado en un pesebre. Bet-lehem, significa «casa del pan». El pesebre es el lugar donde comen las bestias.

Quiso Dios que fuera así. Porque en bestias, y menos que bestias, nos convirtieron nuestros pecados. Y Dios, al vernos tan humillados, quiso alimentarnos con un pan que devolviera la vida a las almas que el pecado había sumido en la muerte.

Comieron todos y se saciaron. Los panes que Jesús multiplicó saciaron los cuerpos. Pero el propio cuerpo de Jesús, oculto bajo apariencia de pan, saciará nuestras almas.

«Este niño está para comérselo», oigo a una madre decir de su bebé. «Me lo comería a besos». Y pienso, en Navidad, que al comulgar me como a besos al Niño Dios. Está más rico que el mejor pedazo de pan, porque fue cocido durante nueve meses en el horno más sagrado: el vientre purísimo de la Virgen. Ella lo pone en mis manos en cada misa y, mientras, recién llegado, lo alzo ante el pueblo, lo miro pensando: «Te comería ya mismo». Pero debo esperar.

El altar es nuestro Belén, nuestra casa del Pan. Y allí, quienes éramos bestias somos saciados con el Pan de los hijos.

(0801)

“Evangelio 2025

La magia de los Magos y el médico de Dios

¿Por qué en España los llamamos magos, si no hacían magia? Dicen que no eran magos, ni llevaban varita, ni bola de cristal, ni decían abracadabra. Que eran astrónomos, o sabios, yo qué sé.

Yo creo que eran magos, con cofres en lugar de varitas y tedeums en lugar de abracadabras. Porque, de ayer a hoy, el Niño ha crecido y tiene barba. Algo habría en esos cofres.

Le traían todos los enfermos aquejados de toda clase de enfermedades y dolores, endemoniados, lunáticos y paralíticos. Fíjate, ayer no levantaba dos palmos del suelo, y hoy ya es Médico. Así, con mayúscula. Es el Médico de Dios. Y las multitudes de enfermos se arremolinan en torno a Él, buscando huir de la muerte en que los había sepultado el pecado.

Aunque todo será distinto cuando esas multitudes descubran que aquellas curaciones no eran sino signos, anuncios de la verdadera sanación que Cristo trae al mundo: la del pecado.

Porque todos los ciegos quieren ver. Pero no todos los pecadores quieren ser sanados. La lumbalgia que me la quiten; pero a mi soberbia la quiero conmigo.

Nosotros, pecadores, buscaremos en Él el perdón. Aunque el catarro lleve dos meses pegado a nosotros.

(0701)

“Evangelio 2025

Nueve palabras para toda una historia

Como el famoso dinosaurio de Monterroso, la frase de san Mateo es todo un microrrelato:

Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría.

Aquellos Magos habían salido de su tierra siguiendo la luz de una estrella. Pero aquella luz se había perdido entre las nubes de las noches de invierno. No sabían por dónde seguir el camino. Y preguntaron, pero salieron del palacio real confusos. ¿Era prudente hacer caso a aquel hombre en cuyos ojos brillaba la codicia? Entonces, de repente, se abrió el cielo estrellado y ellos miraron hacia lo alto.

Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría.

Así alcanzaron la meta, y la meta era Cristo.

También nosotros caminamos hacia Cristo, y caminamos de noche. Nos guía la fe. Pero, en ocasiones, la estrella desaparece entre las nubes, cubierta por las mil tribulaciones de la vida. Y parece que no hay fe. Entonces preguntamos, buscamos a personas que nos hablen de Cristo. Y nuestra madre la Iglesia pone en nuestro camino a hombres pecadores como nosotros que nos guían. Nos fiamos, seguimos… hasta que, finalmente, lleguemos –¡cómo me gusta esta frase de la oración Colecta de hoy!– a «contemplar la hermosura infinita de tu gloria».

(0601)

“Evangelio 2025

Todo un Dios al alcance de un beso

Acerca de la resurrección de Cristo, san Pablo escribe una de sus sentencias más sobrecogedoras: Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra predicación y vana es también nuestra fe; somos los más desgraciados de toda la humanidad (1Co 15, 14. 19).

Volvamos ahora a san Juan: El Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros. Lo mismo que dice san Pablo sobre la resurrección podríamos decir sobre la encarnación: Si el Hijo de Dios no se ha encarnado, nuestra vida es un fracaso; no podemos amar a Dios. ¿Cómo amar a un Dios a quien no vemos ni veremos jamás? Para nosotros, hombres, un Dios sin carne es un Dios imposible de amar. Porque el afecto de nuestro corazón, para expresarse, pasa siempre por la carne: miramos, sonreímos, abrazamos, besamos… ¿Cómo podríamos amar a un espíritu puro?

Pero el Verbo se ha hecho carne. ¡Como yo! La Virgen lo abraza, Juan se recuesta en su costado y María Magdalena lo unge con perfume.

Y yo. Y tú. Besamos la imagen del Niño Dios, nos arrodillamos ante su cuerpo encerrado en el sagrario, nos vestimos cada domingo para la Misa.

¡Qué fácil es amar a un Dios que tiene carne!

(TNC02)

“Evangelio 2025

Y a Mí buscarme has en ti

Nueve días hace ya que amaneció la Navidad. Y, en este tiempo, hemos mirado, hemos conocido, hemos amado y hemos caído rendidos ante el Dios que, revestido de nuestra carne, se ha postrado ante nosotros. Brota de nuestros labios, como un aliento que se escapa, la pregunta de Juan:

Rabí, ¿dónde vives?

Venid y veréis. Juan y Andrés siguieron los pasos de Jesús. Nosotros, ¿a dónde iremos para ver? La respuesta se la reveló el mismo Jesús a santa Teresa: «Alma, buscarte has en Mí, y a Mí buscarme has en ti».

Cristo es hogar donde vivir. Lo tienes cerca, muy dentro, en tu alma en gracia. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él (Jn 6, 56).

Juan y Andrés se quedaron con él aquel día. Y llamaron a Simón, quien pasó a ser Pedro. Y, seguramente, también a Santiago, quien pasó a ser hijo del trueno, porque en ese hogar el Señor te llama con un nombre nuevo.

Yo también. Entraré en mi alma, donde Él habita. Habitaré en Él. Y, si me preguntan dónde vivo, responderé: «Vivo en Cristo». No quiero separarme de Él, no quiero salir de casa.

(0401)

“Evangelio 2025

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