Evangelio 2025

enero 2025 – Página 2 – Espiritualidad digital

Sacerdotes, profetas y reyes

La maravillosa aventura del cristianismo no se vive en toda su hondura hasta que uno no se sabe personalmente llamado por Cristo. Todos, sin excepción, hemos sido llamados por Él por nuestro nombre de pila, y nunca mejor dicho, porque esa llamada resuena de forma especial en el bautismo. Sin embargo, cada llamada es única, personal e intransferible. Como me ha llamado a mí no ha llamado Cristo jamás a nadie. Por eso es crucial, para cada uno, escuchar esa voz, descubrir esa llamada y, con inmensa alegría, preguntar: «¿Por qué me has llamado? ¿Por qué a mí?»

Llamó a los que quiso. Te he llamado porque he querido, porque te he querido y te he escogido.

Para que estuvieran con él. Te he escogido para que vivas conmigo, para que estemos juntos sobre el Monte y conmigo te ofrezcas. Por eso te he hecho sacerdote.

Y Para enviarlos a predicar. Quiero que, a mi lado, seas feliz, y proclames a todas las almas tu felicidad. Por eso te he hecho profeta.

Y que tuvieran autoridad para expulsar a los demonios. Quiero que te sientes en mi trono y tengas autoridad sobre los espíritus. Por eso te he hecho rey.

(TOI02V)

Apariencia y verdad en la vida de Jesús

Profetizando su Pasión, dijo Jesús: Cuando sea levantado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí (Jn 12, 32). Sin embargo, en el Calvario lo veremos solo y abandonado. Fue antes, cuando aún Jesús no había sido levantado, cuando pareció ejercer su poderoso poder de atracción: Lo siguió una gran muchedumbre de Galilea… todos los que sufrían de algo se le echaban encima para tocarlo. ¿No parece contradictorio?

No lo es. Con Jesús de Nazaret, nada es lo que parece. Las apariencias se disuelven como pompas de jabón y la verdad, la auténtica verdad, se abre paso lentamente, al paso de un grano de trigo que se eleva en espiga y se llena de fruto. A Cristo siempre hay que mirarlo desde esa distancia que abarca los siglos. Es necesario tirar los relojes.

Porque todas aquellas multitudes, que se acercaban a pedir, huyeron ante el Cristo pobre y enfermo, como tantos que acuden a pedir a Dios, pero escapan cuando Dios les pide.

La Cruz, sin embargo, es hoy el centro del cosmos, está grabada a fuego en el corazón de millones de personas, y es la puerta santa por la que los hombres pasan de la tierra al cielo.

(TOI02J)

Dos bandos, un sábado, un sepulcro

Ayer, en un campo de batalla poblado por caminos y espigas, veíamos dos bandos enfrentados: los acusadores (los fariseos) y el Defensor (Cristo). En medio, los acusados, los apóstoles. Hoy la batalla continúa, los dos bandos siguen frente a frente, y quien ahora está en medio es un enfermo a quien Jesús ha sanado en el día santo. La contienda está ya totalmente centrada en el Sabbath. Pero, tras el campo de batalla, se vislumbra otro sábado, el Sábado Santo, y una sepultura: la del Salvador.

¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer lo bueno o lo malo?, ¿salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir?

Escuchemos estas palabras junto a la sepultura del Justo asesinado por sus acusadores. ¿Qué está permitido en sábado? ¿Hacer lo bueno y entregar la vida honrando a la verdad, como hizo quien yace sepultado, o hacer lo malo, asesinar al Justo y celebrar el Sabbath cubiertos de mentira? ¿Salvar la vida a un hombre aun a costa de la propia vida, como ha hecho el Justo, o dejarlo morir colgado de una cruz?

Dice al hombre: «Extiende la mano». Porque así, extendiendo los brazos, nos salvó el Justo. Muere conmigo, y conmigo vivirás eternamente.

(TOI02X)

Complejidades de la carrera fiscal

Desde joven me enseñaron que cualquier trabajo humano que no ofenda a Dios es santificable. Pero a mí, que en su día estudié Derecho, me hubiera costado hacerme fiscal. El trabajo de fiscal es el trabajo del Demonio, del «acusador de nuestros hermanos», el que le recuerda a Dios nuestras culpas para que nos castigue. No me entendáis mal, seguro que hay fiscales muy santos que se santifican haciendo su trabajo por amor a Dios. Necesitamos, además, fiscales santos con urgencia. A ver si así le quitan el puesto al Malo. No sigo.

¿Por qué hacen en sábado lo que no está permitido? Ahí los tenéis, haciendo de fiscales y acusando a los apóstoles por un «quítame allá esa espiga». Pero los apóstoles tuvieron el mejor abogado: El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado. El propio Cristo se hizo cargo de la defensa, aportó los precedentes exculpatorios, y mostró a los fiscales el verdadero sentido de la ley. Si yo fuera fiscal y viera a Jesús como abogado del reo, me quitaría la toga y me arrodillaría.

¿En qué bando estás? ¿Acusas a tus hermanos o los excusas? Créeme: mejor abogado que fiscal.

(TOI02M)

Los que saben beber

Jesús comía y bebía. Bebía vino. Le gustaba el vino, y en vino convirtió el agua de las bodas de Caná. Antes de morir, cenando con los suyos, miró a su copa y se lamentó de que ya no volvería a beber vino hasta el cielo.

Lo acusaron de ser comilón y borracho. Era una calumnia. Jesús jamás se emborrachó. Quienes se emborrachan profanan el vino. Pero es lo que sucede cuando llevas a un banquete a quien está vacío por dentro: se emborracha y vomita. Qué paradoja: quiere llenarse, y termina vaciándose. No se puede echar vino nuevo en odres viejos; porque el vino revienta los odres, y se pierden el vino y los odres.

Mientras el esposo está con ellos, no pueden ayunar. Jesús sabía comer y sabía beber, porque estaba lleno de Dios, y no bebía para llenarse, sino para dar gracias. Le sabía mejor la comida, y más rico el vino.

Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, y entonces ayunarán en aquel día. Luego, en la Cruz, le ofrecerán vino, y no lo tomará. No era tiempo de celebrar, sino de ayunar.

Dichosos quienes saben beber, y saben también ayunar. Son hijos de Dios.

(TOI02L)

Los verdaderos novios en las bodas de Caná

Estos breves comentarios no quieren ser clases de teología, pero vendrá bien apuntar hoy que la Virgen es llamada esposa de Cristo. Y que los verdaderos esposos, en las bodas de Caná, son Cristo y María. Para entenderlo basta con superponer la escena en el retablo de la Pasión.

Diréis que la esposa de Cristo es la Iglesia. Pero, en la Cruz, la Iglesia era María. Ella recoge la sangre redentora de Jesús y da a luz al primer cristiano, Juan, llamado allí mismo hijo suyo. Ella es cónyuge de Cristo, porque en el Calvario se unce al mismo yugo suave de su Hijo.

No tienen vino, dice la madre. Les falta tu sangre, el vino nuevo. No ha llegado mi hora, responde el Hijo. En el Calvario habrá llegado la hora. Haced lo que él os diga, dice la Virgen a los sirvientes. Haced lo que él os diga, nos dice, junto a la Cruz, a quienes allí nacemos a una vida nueva como hijos de Dios y de María.

Has guardado el vino bueno hasta ahora, dice el mayordomo al esposo. Y así dice la Virgen mientras recoge la sangre del costado y la distribuye entre sus hijos.

(TOC02)

Quien no es humilde es porque no quiere

Para las grandes tareas se elige a los grandes hombres. Cualquiera puede romper un plato, pero pocos pueden levantar una catedral. Para eso hace falta trabajo, preparación y talento.

¿Por qué come con publicanos y pecadores? Se lo preguntaban los fariseos, porque Cristo ha roto todos los pronósticos. Para edificar su iglesia ha elegido a torpes, pecadores y publicanos.

No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores. A mí no me ha elegido el Señor porque fuera bueno, o listo, o guapo. Me ha elegido, en primer lugar, porque me amaba. Y, en segundo lugar, porque estaba enfermo, porque era un pecador y quería redimirme.

Dice un amigo mío que quien no es humilde es porque no quiere. Tiene toda la razón. Basta con mirar la tremenda desproporción entre nuestro pobre barro y la tarea divina que el Señor nos ha encomendado a cada uno. Hay que ser muy estúpido para engreírse.

¿Crees que estoy hablando sólo de mí? A ti te ha elegido Cristo para llenar el mundo con el Amor de Dios. Y –no te me ofendas– eres torpe, enfermo y pecador. Póstrate ante Él, y Él actuará.

(TOI01S)

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