Libros de José-Fernando Rey Ballesteros

enero 2025 – Espiritualidad digital

Me debes un bizum

Antes tenías que salir de casa, ir al Banco y esperar cola. Después rellenabas un formulario, ordenabas una transferencia y, a los dos o tres días, la transferencia llegaba al destino. Ahora haces un bizum y, al instante, el dinero está en la cuenta del agraciado. Nos gusta lo inmediato, y la tecnología nos lo ha puesto fácil. Muchos padres quisieran educar a los hijos como quien envía un bizum: «Niño, ordena tu habitación»… Pero nada. La habitación sigue hecha una leonera, y el niño tan campante. En el apostolado nos sucede igual: «Padre, le he hablado de Dios a una amiga, pero no me hace caso». ¿Y qué creías, pensabas evangelizar por bizum?

La tierra va produciendo fruto sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano.

Un bizum tarda un segundo en llegar. Pero una planta no crece más deprisa porque tires de ella. Ten paciencia, has sembrado buena semilla en tus hijos y en tus amigos. Esa semilla irá obrando por sí sola y dará fruto en su tiempo, quizás ni siquiera estés allí para verlo. Hay madres que han visto a sus hijos convertidos desde el cielo. No pasa nada. Tú siembra, reza… y confía.

(TOI03V)

Disparates de sentido común

Muchas cosas que en este mundo nos parecen de sentido común son disparates en el reino de Dios. Y muchas otras, que nos parecen disparates en este mundo, son de sentido común en el reino de Dios. Por ejemplo:

Al que tiene se le dará, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene.

En este mundo, el que tiene es quien guarda sus bienes, los invierte y los acrecienta. Y a ése le cae encima la mano de Hacienda, le quita una parte de lo suyo y se lo da al que no tiene para que pueda sobrevivir. Se llama «justicia social», y, en términos generales, no nos parece mal.

En el reino de Dios, sin embargo, el rico Epulón es un pobre hombre que sólo tiene Lamborghinis y langostinos, y a quien, para colmo de males, la muerte le arrebatará lo poco que tiene. Al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene.

Quien realmente tiene, en el reino de Dios, es el hombre generoso que entrega la vida sin cicatería. Y ése, además de ser rico en bendiciones y en gracia, es saciado de vida eterna. Al que tiene se le dará.

(TOI03J)

El buen maestro y las verdades aplastantes

El buen maestro nunca da al alumno todo hecho, ni le muestra verdades aplastantes frente a las que no quepa otra reacción que el asentimiento, ni le ofrece las conclusiones ya elaboradas. Mi padre se queja de que, cada vez que me pide ayuda para un problema informático, me pongo a teclear a toda prisa y le resuelvo el asunto en dos minutos, pero no le enseño a resolverlo. No soy un buen maestro. El buen maestro hace pensar al alumno, le plantea las premisas y deja que él saque las conclusiones.

A vosotros se os ha dado el misterio del reino de Dios; en cambio a los de fuera todo se les presenta en parábolas, para que «por más que miren, no vean, por más que oigan, no entiendan, no sea que se conviertan y sean perdonados».

En las parábolas no hay verdades aplastantes. A quienes buscan la verdad, la parábola les marca el camino. Después la inteligencia, al interpretar la parábola, encontrará el tesoro. Pero, a quienes huyen de la verdad, la parábola les permite quedarse a medias en un «no entiendo» que es «no quiero entender».

Porque Jesús sólo quiere que encuentren la verdad quienes la buscan.

(TOI03X)

Por estar contigo

Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte¡Si llego a estar allí sentado! Igual me muero de un ataque agudo de satisfacción.

La gente que tenía sentada alrededor le dice: «Mira, tu madre y tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan». Y mirando a los que estaban sentados alrededor, dice: «Estos son mi madre y mis hermanos».

Está fuera la Virgen llamándole, y Jesús prefiere estar conmigo. Más aún: ha dejado a su Padre en el cielo por estar conmigo. ¡Por estar conmigo! ¡Conmigo, que soy un torpe, un pelma y un pecador! ¿Ha enloquecido Él, he enloquecido yo, o, sencillamente, esto no hay quien lo entienda?

La tercera es la correcta. No hay quien lo entienda. Porque no se trata de considerar el Amor de Dios por el hombre, sino el Amor de Dios por cada hombre, por mí, por ti…

Por estar contigo, sólo por estar contigo, se ha quedado Jesús en el sagrario. Por estar contigo ha enviado su Espíritu a tu alma y lo ha derramado en los siete sacramentos para que nunca te falte su compañía. Por estar contigo, ha padecido angustia en Getsemaní y dolor de muerte en la Cruz para que nunca sufras solo.

¿Alguien lo entiende?

(TOI03M)

Víboras con cataratas

Igual tengo que dejar de escribir durante un tiempo. Vengo del oftalmólogo, veo borroso por el ojo derecho. Por más lentes que me ha puesto, seguía viendo borroso. Luego me ha descubierto una catarata, y me ha dicho que las lentes no me van a arreglar nada; me tengo que dejar operar. Yo me he acordado de cuando Alfonso Guerra llamaba a Tierno Galván «víbora con cataratas». Qué risa.

Los escribas que habían bajado de Jerusalén decían: «Tiene dentro a Belzebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios». Éstos sí que eran víboras con cataratas. Hiciera lo que hiciera Jesús, estaba mal hecho. Es que ellos tenían la maldad en los ojos, y por eso veían demonios en quien es la Bondad suprema. Si expulsaba espíritus inmundos, era con el poder de Belzebú. Si decía que era Hijo de Dios, era un blasfemo. Tendrían que haber ido al oftalmólogo, como yo.

¿Y tú? No te escondas, que también te afecta. Porque has juzgado y condenado a medio mundo. Tu marido es un déspota, tu mujer va a lo suyo, tus hijos no te hacen caso, tu amigo te tiene envidia… ¿Cómo están tus ojos?

(TOI03L)

Un Dios escondido

Imagínate la sorpresa de los vecinos. Un sábado más, toca sinagoga. ¿Quién hace la lectura? Mira, es Jesús, el hijo de María.

Coge el rollo del profeta.

El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido.

Pero, cuando termina la lectura, sus palabras caen como un rayo en la sinagoga: Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír.

Pero éste ¿quién se ha creído que es? Si es el carpintero, el año pasado me arregló la puerta de casa. ¿Cómo habla así? ¿Ha enloquecido?

No te extrañe el asombro. Más bien, piensa que, de 33 años de vida, Jesús pasó 30 (el 90%) escondido, haciendo una vida normal entre vidas normales.

Es verdad: tú eres un Dios escondido (Is 45, 15). Siglos de escondimiento en el cielo. Y, cuando viene a la tierra, se esconde en el seno de una Virgen. Y, cuando es dado a luz, se esconde en una aldea treinta años. Tres de vida pública, y se esconde en un sepulcro…

Recuérdalo, que eres su hijo. No tienes que ser famoso; tienes que ser santo. Y no hay mejor aventura que la de ser santo a escondidas, viviendo santamente una vida normal.

(TOC03)

El caballo de Saulo y el apellido de Dios

Todo el mundo identifica la conversión de san Pablo con la caída de un caballo. Pero el caballo no aparece por ningún sitio en el relato. Hemos dado por sentado que no iba a pie, ni tampoco en un carro, ni, desde luego, subido a un tranvía. El caso es que se cayó, se cayó de bruces, se cayó abrumado ante el Misterio. Desde el encuentro de Moisés con la zarza ardiente, la imagen del hombre postrado ante el Misterio es el momento de mayor dignidad en la vida.

Como Moisés, Pablo preguntó: ¿Quién eres? Y, en esta ocasión, el nombre de Dios fue el de un hombre: Soy Jesús.

Yo me quedo con el apellido: A quien tú persigues. Pablo no dejará de perseguirlo. Hasta ese momento, lo perseguía para encarcelarlo. A partir de ese momento, lo perseguirá para abrazarlo. No es que ya lo haya conseguido o que ya sea perfecto: yo lo persigo, a ver si lo alcanzo como yo he sido alcanzado por Cristo (Flp 3, 12).

Es verdad. Cuando uno se encuentra con Jesús, toda la vida es una persecución. Y esa persecución sólo acabará en el abrazo del cielo. Con caballo o sin caballo.

(2501)

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