Ahora, cuando un niño se pierde en una playa o en unos grandes almacenes, lo hacen famoso. Empiezan a gritar su nombre y apellidos por los altavoces, y el pequeño se convierte en una estrella del rock. Lógicamente, papá y mamá se mueren de vergüenza, porque la gente los mira, pero se sienten aliviados por haber encontrado al chiquitín.
Entonces no era así. Cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres. Y, cuando lo encontraron, le reprocharon el mal trago que les hizo pasar. Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados. Una carmelita descalza me dijo que estaba convencida de que José le dio un bofetón al Niño. Pero yo no me lo creo. Creo que José, como María, conservaba todo esto en su corazón.
Porque Jesús les había querido decir algo. Él estaba al servicio del plan de su Padre, y ellos también deberían postrarse ante ese plan. Aunque doliera.
Papás, mamás: Dios ha puesto en vuestras manos a sus hijos. Pero esos hijos son suyos. No queráis protegerlos demasiado, no fuera a ser que los protegierais también del plan de Dios.
(SDAFAMC)