Mírala. Ella, la Virgen, es la aurora, la claridad que anuncia el amanecer. Alégrate, llena de gracia. Y esa gracia es la luz que procede del Sol que aún no ha mostrado su rostro. Qué claridad tan dulce llena su alma y brota de sus ojos.
Mírala. Si de una mujer vino la ruina, de esta mujer vendrá la salvación. Y esa salvación entrará en nuestra vida a través de los ojos, como la luz. No apartes tu mirada de ella, y verás nacer a Dios.
Mírala. Sorprendida ante el anuncio del ángel: Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. «Jesús» significa «Dios salva». El niño que nacerá de sus entrañas nos salvará del pecado, de la muerte, de la soledad y de la angustia, porque será Enmanuel, «Dios con nosotros».
Mírala. Tras escuchar el anuncio, y teniendo al ángel postrado ante su hermosura, ahora es ella quien se arrodilla, no ante el ángel, sino ante Dios: He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.
Mira cómo se lleva la mano al vientre. No ve nada, pero lo presiente todo. ¿No lo presientes tú también?
(2012)