La antigua serpiente quiso mostrar ante Eva la imagen de un dios tirano que prohibía a los hombres comer de los árboles del jardín. El eco de esa voz aún perdura, y se infiltra en las conciencias de muchos cristianos, quienes, en el fondo de su corazón, creen que Dios quiere verlos sufrir antes de compensarlos en el cielo por sus padecimientos. Obedecen con más facilidad al confesor cuando les pide que hagan una penitencia que cuando les aconseja echarse la siesta después de comer. ¡No puede ser! ¡Cómo me va a pedir Dios que me eche la siesta! Jajaja.
No, la siesta no es de precepto, aunque en algunos casos es muy curativa. Pero, si escuchas en tu interior, muchas veces al día oirás a Dios decirte: «Descansa. Ven y descansa».
Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. «Te escapas de Mí, te vas a las cosas, a las preocupaciones, y te cansas. Recógete en tu interior, ven a Mí, toma mi yugo y encontrarás descanso. Echarás alas como de águila, y esas alas serán mis brazos abiertos en la Cruz. Caminarás sin fatigarte, correrás sin cansarte, porque estarás apoyado en Mí».
(TA02X)