Un año más, la Iglesia despierta a sus hijos con este anuncio: «¡Viene el Señor!».
He escrito mal. «Un año más» es una expresión estúpida. Otro año, otro Adviento, más de lo mismo… ¡No! El anuncio debe escucharse con oídos vírgenes, como si fuera el primer grito, porque lo es. Es un único grito, lanzado el día de la Ascensión, y que el viento del Espíritu trae hoy a nuestros oídos: «¡Viene el Señor!». Despierta.
¿Qué se espera de quien espera? Que esté vestido, preparado. Que mire por la ventana para ver llegar a Aquél que viene. Que baje el sonido del televisor para escuchar sus pasos sobre la nieve.
¿Estás vestido? Revestíos del Señor Jesucristo (Rom 13, 14). Confiésate en estos primeros días, reviste de gracia tu alma, que no te encuentre el Señor «con esos pelos».
Asómate a la ventana para verlo llegar. Dedica cada día un tiempo generoso a la oración y la escucha de su palabra. Y cada mañana lo verás más cerca.
Baja el ruido, que el Verbo debe ser recibido en silencio. Vive con sobriedad estos días. Menos tele, menos alboroto, y cuidadito con esas comidas «navideñas» de trabajo, que aún no ha llegado.
(TAC01)