Cristo en su Pasión

16 noviembre, 2024 – Espiritualidad digital

El que se nos viene encima

Desde que se apartó de Dios, Occidente tiene miedo. El siglo comenzó con la caída de las Torres Gemelas y, desde entonces, no hemos dejado de temblar. Miedo a la guerra, a la muerte, al desastre económico, al terrorismo, al cambio climático… por no hablar del que pasamos durante la pandemia de 2020. Miedo, en general, a «la que se nos viene encima». No recuerdo, desde comienzos de siglo, un solo año sin ninguna amenaza.

El sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán… cuando veáis vosotros que esto sucede, sabed que él está cerca, a la puerta.

Un cristiano debería vivir el hoy y no temblar ante el mañana. No sabemos si habrá mañana. Por eso nos asimos fuertemente a lo eterno, al Señor, su Amor y su Cruz. Sabemos que Cristo es ahora, hoy y siempre; suyo es el tiempo y la eternidad. Él es el Rey de la Historia.

Lo que realmente importa no es «la que se nos viene encima», sino «el que se nos viene encima», Cristo, quien vendrá sobre las nubes, quien nos recuerda que no debemos poner nuestra esperanza más que en Él.

(TOB33)

Los elegidos

Como aquella viuda de la parábola importunaba al juez día y noche para que le hiciese justicia, así habla el Señor de unos hombres que día y noche claman al cielo: Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que claman ante él día y noche?; ¿o les dará largas?

¿Quiénes son esos «elegidos»? La respuesta la tenemos en un salmo: Como están los ojos de los esclavos fijos en las manos de sus señores, así están nuestros ojos en el Señor, Dios nuestro, esperando su misericordia (Sal 122, 2).

No pienses en una congregación que pase los días de claro en claro y las noches de turbio en turbio rezando salmos y enlazando rosarios sin dar tregua al sueño ni alimento al vientre. No es eso. Los elegidos oran cada día, pero también trabajan, atienden a su familia, salen con sus amigos, comen y duermen. Mientras hacen todo eso, sus ojos están fijos en el Señor. Su trabajo, su ocio, su descanso y su vida familiar son ofrenda a Dios, prolongación del Sacrificio ofrecido en cada misa. Por eso, están clamando ante Dios día y noche, ya tengan en las manos un rosario, un ordenador o una jarra de cerveza.

(TOP32S)

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