Somos muy considerados en nuestros días, nos gusta lo gradual. No los espantes al principio, ve poco a poco, dales tiempo a que se mentalicen. Si te acercas a una persona que no ha pisado una iglesia ni invocado a Dios en su vida y le pones delante un crucifijo con esos clavos y esa corona de espinas diciéndole que en esa cruz está su salvación, lo vas a espantar. Háblale primero del amor, cántale canciones bonitas, llévalo a una ceremonia emocionante donde se le salten las lágrimas… Y después, poco a poco, le vas hablando de la Cruz. No te digo que reniegues del Crucificado. Te digo que vayas gradualmente.
Y yo te digo que estás tomando a la gente por boba, que estás desconfiando del Espíritu y, sobre todo, que Cristo fue cualquier cosa menos «gradual»: Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí no puede ser discípulo mío. Y esto lo dijo ante una multitud que apenas lo conocía.
Gradual es el Enemigo, que engatusa poco a poco. Cristo te pone la Cruz delante, y lo tomas o lo dejas. Podrás decir que te pidió mucho, pero jamás podrás decir que te engañó.
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