Esperamos demasiado de los hombres. Ésta es la causa de gran parte de nuestras frustraciones. Nunca están los demás a la altura de lo que esperamos de ellos. Te has enfadado con tu cónyuge porque no ha recordado tu cumpleaños; te has enfadado con tu amigo porque no responde tus wasaps. Te has enfadado con tu jefe porque te trata con frialdad… Pero ¿qué esperas? ¿Acaso respondes tú a lo que los demás esperan de ti? Si no esperases nada de nadie, nada te enfadaría. Y hasta los «buenos días» te parecerían un regalo.
Mira: este mundo es una gran leprosería. Aquí estamos todos enfermos, somos todos pobres, todos pecamos. Esperar algo de las criaturas es necedad. Sé capaz de amar gratis, como el Señor, sin aguardar recompensa de los hombres.
Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; y serás bienaventurado, porque no pueden pagarte; te pagarán en la resurrección de los justos. Entonces sí: cuando resuciten, no serán pobres, ni lisiados, ni cojos, ni ciegos. Podrán pagarte. Pero no hará falta: entonces todo lo recibirás de Dios.
Repito: no esperes nada de los hombres. Y añado: espéralo todo de Dios. Él es el mejor pagador.
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