Libros de José-Fernando Rey Ballesteros

octubre 2024 – Página 2 – Espiritualidad digital

La guerra que arrasa tu alma

Si haces una encuesta preguntando a la gente si desea la paz en el mundo, el resultado será muy cercano al 100% de respuestas afirmativas. Todos deseamos la paz en el mundo. Está muy bien desear que haya paz en el mundo. Dios desea que haya paz en el mundo.

Tú, que me lees, deseas que haya paz en el mundo. Pero, mientras lo deseas, ¿te pones a buenas con tu adversario?

Por ello, mientras vas con tu adversario al magistrado, haz lo posible en el camino por llegar a un acuerdo con él.

Porque no tiene sentido desear la paz mundial y almacenar ese rencor contra tu vecino, tu cuñado, tu suegra o tu compañero de trabajo. Y, aunque no les hagas nada malo, tu corazón está en guerra.

Mira: el mundo está en guerra más allá de los conflictos bélicos. Y el campo de batalla de esa guerra pasa por tu corazón. Poner paz y misericordia en el corazón es mejor que desear la paz mundial: es trabajar por ella. Si cada uno de los que deseamos la paz mundial pusiéramos paz en nuestro campo de batalla, y nos reconciliásemos interiormente con nuestros adversarios, el mundo sería distinto.

(TOP29V)

El que juega con fuego…

En algunas celebraciones litúrgicas la Iglesia pone en nuestras manos una vela: la lleva el padrino en los bautizos, y los fieles en la vigilia pascual o en el lucernario del 2 de febrero. Cuando te veas así, con una vela en la mano, en lugar de mirar a la vela, escúchala, porque te está gritando que debes dejarte quemar, como ella.

He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo!

Si Jesús ha venido a traer fuego a la tierra, a nosotros nos corresponde dejarnos quemar por ese fuego. Será la prueba de que nuestra piedad es auténtica, de que es a Cristo a quien nos hemos acercado en la oración. El que juega con fuego se quema. Y nuestro Dios es fuego devorador (Heb 12, 28).

Por eso, mientras la vida avanza, deberías notar que Cristo se lo lleva todo, como un incendio que arrasa tu vida hasta prenderla en llamas de Amor: tus pensamientos, tus afectos, tus palabras, tus recuerdos, tus deseos, tus alegrías y tus penas… todo. Tiene que llegar un momento, si te dejas quemar, en que seas una tea. Y, entonces, también tú prenderás fuego a cuanto toques.

(TOP29J)

Vive como quisieras morir

Ninguno sabemos cómo vamos a morir. Quizá, alguna vez, hemos pensado en ello. Yo deseé para mí la muerte de un sacerdote a quien conocí, y que entregó su alma a Dios en la sacristía, todavía revestido, recién celebrada la santa Misa. Pero ni yo ni vosotros tenemos control sobre eso. Sólo Dios sabe cómo moriremos, y creemos, por su Amor, que será del modo más conveniente para nosotros. Sin embargo, hay una parte de ese escenario que sí podemos preparar.

Me gustaría morir haciendo la voluntad de Dios; que ese último momento de mi vida me encontrase donde Dios me quisiera en esa hora y haciendo lo que Dios, en esa hora, me pidiera. Creo que moriría de gratitud.

¿Quién es el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para que reparta la ración de alimento a sus horas? Bienaventurado aquel criado a quien su señor, al llegar, lo encuentre portándose así.

Qué satisfacción, para ese administrador, el que el amo, al llegar, lo encuentre haciendo su trabajo. Pensaría: «Mira, no te he defraudado».

Si tú también quieres que la muerte te encuentre haciendo la voluntad de Dios, vive como quisieras morir.

(TOP29X)

Los fantasmas de la noche

Es la versión «masculina» y abreviada de la parábola de las vírgenes prudentes:

Tened ceñida vuestra cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los hombres que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame.

Aquí no son vírgenes, sino hombres quienes esperan a que vuelva el esposo de la boda. Pero también se les invita a estar en vela y a mantener las lámparas encendidas. Sobre todo, también en esta parábola, como en la de aquellas vírgenes, es de noche.

Y, si llega a la segunda vigilia o a la tercera y los encuentra así, bienaventurados ellos.

Es de noche porque es tiempo de fe. Porque no vemos el rostro de Cristo. Porque vivimos rodeados de fantasmas, espectros y pesadillas que sólo desaparecerán cuando se haga de día. Nos engañan, nos hacen dar importancia a lo que no la tiene y temer peligros que no nos amenazan. Nos seducen con luces de artificio, que se apagan apenas las tocamos.

Sólo la fe, esa bendita lámpara del alma, nos mantiene en vela con la mirada en alto. Jamás dejéis la oración, por el Amor de Dios. Os comerían los fantasmas de la noche.

(TOP29M)

Un consejo estrafalario

«Estoy deseando jubilarme para hacer turismo». Ya se jubiló y, desde entonces, está dedicado al turismo… hospitalario. Primero fue la espalda, después la próstata, y ahora el corazón. El tiempo que le queda, entre enfermedad y enfermedad, tiene que hacerse cargo de los nietos, porque los papás trabajan mucho, y no puede ir a ninguna parte. Por cierto, los papás trabajan mucho porque quieren ahorrar para hacer turismo cuando se jubilen.

Necio, esta noche te van a reclamar el alma, y ¿de quién será lo que has preparado?

Yo digo mucho a mis ancianos que procuren morirse sin un céntimo; supongo que sus hijos me odian, pero creo que les aconsejo bien. He visto morirse a algunos con millones en el Banco, y, además de no haber podido disfrutar lo que ganaron, consiguieron que los hijos se pelearan por la herencia. Menudo negocio.

No digo que despilfarréis, pero procurad gastar el dinero en vida, en obras buenas, en vuestro descanso y en ayudar a la Iglesia en sus necesidades. No seáis como el bobalicón de la parábola, que se creía rico cuando ni su propia vida estaba en sus manos.

Ya, ya sé que viene bien un «colchón»… de madera.

(TOP19L)

La gran tentación

Las tres tentaciones que sufrió Jesús en el desierto se resumen en una, en la gran tentación: un cristianismo sin Cruz. No pases necesidad, convierte las piedras en panes. No sirvas, te daré los reinos del mundo para que te sirvan. Que no te humillen, tírate de aquí abajo y que aplaudan cuando los ángeles te recojan.

Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda. Santiago y Juan quieren ser cristianos, pero cristianos de gloria, no cristianos de Cruz. Jesús les habla de su cáliz y de su bautismo, pero ellos no quieren entender.

Un cristianismo sin Cruz es compatible con la piedad, siempre que la piedad proporcione consuelos. Un cristianismo sin Cruz es compatible con la adoración eucarística, siempre que esquives las tinieblas de la fe con efectos de luz y sonido. Un cristianismo sin Cruz es compatible con la ética, siempre que la ética no te lleve al martirio. Un cristianismo sin Cruz es compatible con las obras sociales, siempre que te reporten un bienestar emocional.

Un cristianismo sin Cruz es compatible con la mentira, porque es mentira. Quitad la Cruz del centro del cristianismo, y habréis cerrado las puertas del cielo.

(TOB29)

¡Ay, padre!

«Ay, padre» –cuando un feligrés empieza con «ay, padre», me agarro a la silla–, «que ayer le estuve hablando de Dios a este amigo, y todo se lo dije mal. Seguro que le he alejado de Dios más de lo que estaba»… ¡Ay, hijo, qué bobo eres!

Aunque los que no hablan de Dios no tienen ningún «ay, padre» que decir. Como las piedras.

No os preocupéis de lo que vais a decir, porque el Espíritu Santo os enseñará en aquel momento lo que tenéis que decir.

No tengáis miedo jamás de hablar de Dios. No penséis: «no estoy preparado, voy a equivocarme»… No quiero desanimaros, pero ¿en serio creéis que se enteran de lo que decís? Jajaja, poco después de ordenarme, cuando le dije a un compañero que tenía miedo de equivocarme en la predicación, me respondió: «¡No te preocupes! Si no te van a hacer ni caso». Ese consejo me ha liberado de muchos miedos.

Entonces, si no os van a hacer caso, ¿por qué hablar de Dios? Para que se den cuenta de que creéis, de que amáis, de que adoráis a Cristo. Eso es lo que se contagia. Después ya habrá tiempo de formarlos bien.

(TOP28S)

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