La Resurrección del Señor

26 octubre, 2024 – Espiritualidad digital

El que no llora…

BartimeoEs un refrán castellano muy antiguo, pero lo copiaré «reformado» por elegancia: El que no llora… no come. Ya me entendéis.

Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: «Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí».

Si no hubiera llorado, si no hubiese gritado, Bartimeo hubiera seguido ciego toda la vida. Pero, como gritó, recibió la mejor noticia: Ánimo, levántate, que te llama.

¿Pensáis que no hay quien grite así? ¡Claro que los hay! ¡Muchos! Pero, como no conocen a Cristo, no le gritan a Él. Son ciegos, no tienen fe, y son mendigos, mendigos de afecto. Gritan en Facebook, en Instagram, en Twitter: «¡Miradme! ¡Hacedme caso! ¡Tened compasión de mí! ¡Decid que os gusto!» No gritarían así si no estuvieran sufriendo una terrible necesidad de cariño. Necesitan saber que le importan a alguien. Y, aunque tengan miles de seguidores, nunca se sacian, porque su corazón busca, sin que ellos lo sepan, un Amor mayor.

Acercaos a ellos, no hagáis como los que querían callar a Bartimeo, no los bloqueéis. Decidles, uno a uno: Ánimo, levántate, que te llama. «A Cristo le gustas, a Cristo le importas, Cristo es tu principal seguidor. Alégrate, y síguelo tú a Él».

(TOB30)

¿A qué estoy esperando?

Un año de plazo. Mirado en el conjunto de la Historia, es apenas un destello. Y, en el conjunto de la vida de una persona, es una minucia. Pero mirado día a día, hora a hora, minuto a minuto, es un cúmulo de oportunidades.

Señor, déjala todavía este año y mientras tanto yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto en adelante. Si no, la puedes cortar.

Para el viñador, seguramente, fue un año larguísimo. Quizás acudía cada mañana a comprobar si la higuera anunciaba sus frutos, a verter estiércol, a cavar y a aportar agua en los días de sequía. «Venga, a ver si mañana vemos algo», se diría cada vez que terminara su jornada de trabajo.

Y pienso yo que así me debe estar mirando el Señor desde la Cruz. Él, subido al Leño, le ha arrancado a su Padre un plazo para mí. Y está esperando a que me convierta, a que deje de vivir mirando al mundo y comience a vivir de cara a Él, de cara al Calvario.

Debería percibir cada mañana esa mirada paciente con que, desde la Cruz, me mira Cristo. Él me está esperando. ¿A qué espero yo?

(TOP29S)

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