Las tres tentaciones que sufrió Jesús en el desierto se resumen en una, en la gran tentación: un cristianismo sin Cruz. No pases necesidad, convierte las piedras en panes. No sirvas, te daré los reinos del mundo para que te sirvan. Que no te humillen, tírate de aquí abajo y que aplaudan cuando los ángeles te recojan.
Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda. Santiago y Juan quieren ser cristianos, pero cristianos de gloria, no cristianos de Cruz. Jesús les habla de su cáliz y de su bautismo, pero ellos no quieren entender.
Un cristianismo sin Cruz es compatible con la piedad, siempre que la piedad proporcione consuelos. Un cristianismo sin Cruz es compatible con la adoración eucarística, siempre que esquives las tinieblas de la fe con efectos de luz y sonido. Un cristianismo sin Cruz es compatible con la ética, siempre que la ética no te lleve al martirio. Un cristianismo sin Cruz es compatible con las obras sociales, siempre que te reporten un bienestar emocional.
Un cristianismo sin Cruz es compatible con la mentira, porque es mentira. Quitad la Cruz del centro del cristianismo, y habréis cerrado las puertas del cielo.
(TOB29)