Evangelio 2025

19 octubre, 2024 – Espiritualidad digital

La gran tentación

Las tres tentaciones que sufrió Jesús en el desierto se resumen en una, en la gran tentación: un cristianismo sin Cruz. No pases necesidad, convierte las piedras en panes. No sirvas, te daré los reinos del mundo para que te sirvan. Que no te humillen, tírate de aquí abajo y que aplaudan cuando los ángeles te recojan.

Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda. Santiago y Juan quieren ser cristianos, pero cristianos de gloria, no cristianos de Cruz. Jesús les habla de su cáliz y de su bautismo, pero ellos no quieren entender.

Un cristianismo sin Cruz es compatible con la piedad, siempre que la piedad proporcione consuelos. Un cristianismo sin Cruz es compatible con la adoración eucarística, siempre que esquives las tinieblas de la fe con efectos de luz y sonido. Un cristianismo sin Cruz es compatible con la ética, siempre que la ética no te lleve al martirio. Un cristianismo sin Cruz es compatible con las obras sociales, siempre que te reporten un bienestar emocional.

Un cristianismo sin Cruz es compatible con la mentira, porque es mentira. Quitad la Cruz del centro del cristianismo, y habréis cerrado las puertas del cielo.

(TOB29)

¡Ay, padre!

«Ay, padre» –cuando un feligrés empieza con «ay, padre», me agarro a la silla–, «que ayer le estuve hablando de Dios a este amigo, y todo se lo dije mal. Seguro que le he alejado de Dios más de lo que estaba»… ¡Ay, hijo, qué bobo eres!

Aunque los que no hablan de Dios no tienen ningún «ay, padre» que decir. Como las piedras.

No os preocupéis de lo que vais a decir, porque el Espíritu Santo os enseñará en aquel momento lo que tenéis que decir.

No tengáis miedo jamás de hablar de Dios. No penséis: «no estoy preparado, voy a equivocarme»… No quiero desanimaros, pero ¿en serio creéis que se enteran de lo que decís? Jajaja, poco después de ordenarme, cuando le dije a un compañero que tenía miedo de equivocarme en la predicación, me respondió: «¡No te preocupes! Si no te van a hacer ni caso». Ese consejo me ha liberado de muchos miedos.

Entonces, si no os van a hacer caso, ¿por qué hablar de Dios? Para que se den cuenta de que creéis, de que amáis, de que adoráis a Cristo. Eso es lo que se contagia. Después ya habrá tiempo de formarlos bien.

(TOP28S)

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