Quien tiene un amigo tiene un tesoro. Y el hombre de la parábola que hoy nos regala Jesús tiene tesoros en abundancia.
Suponed que alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche y le dice… Su primer tesoro es un amigo a quien puede despertar durante la noche. Sabe que, si le llama cuando está durmiendo, le cogerá el teléfono. Ése es un amigo de los buenos.
Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle. Además, tiene otros amigos, y uno de ellos también se atreve a importunarle a él. Cosas que pasan entre amigos. Lo de «no quiero molestarte» es para conocidos; los amigos se molestan. Como él no tiene nada que ofrecer a su invitado, acude a molestar a su amigo de siempre para que le proporcione algo con que agasajar al huésped.
Ojalá seas como este hombre. Sé amigo de Cristo, acércate a Él en la noche de la fe, y lucha con Él, como durante la noche luchó Jacob. No lo sueltes hasta que no te bendiga. Y, cuando te bendiga, comparte tu bendición con los muchos amigos que acuden a ti.
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