Hablamos muchas veces de «los hijos de Dios» pero, realmente, Dios tiene un solo Hijo, el Unigénito, Cristo. ¿Qué somos, entonces, nosotros?
Señor, enséñanos a orar. Cristo nos enseñó a orar, como le pidieron los apóstoles, orando Él mismo en nosotros. En cierto modo, nos dijo: «No temas, no sólo te enseñaré a orar. Yo mismo tomaré posesión de ti, te invadiré y oraré en ti».
Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino. Sólo Cristo puede llamar a Dios «Padre». Y es Él quien, por su Espíritu, dice «Padre» en nosotros. Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: «¡Abba, Padre!» (Gal 4, 6).
Y es que el Padrenuestro adquiere pleno sentido sólo cuando lo rezamos en gracia de Dios. Porque entonces, invadidos por el Espíritu de Cristo, dejamos que sea Él quien ore en nosotros.
Efectivamente, Dios tiene un solo Hijo. Y ese Hijo clama desde los confines de la tierra, desde todas y cada una de las almas en gracia, a Dios con un grito filial: «Abba!». Recordémoslo cada vez que proclamamos la oración dominical, porque nadie reza el Padrenuestro por su cuenta. Es Cristo quien lo reza en cada uno de nosotros.
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