La Resurrección del Señor

septiembre 2024 – Página 2 – Espiritualidad digital

Luces led

Me da lástima ver, junto a algunos sagrarios, luces led en lugar de velas auténticas. Paso por lo de las velas de cera líquida, que, además, son más limpias. Pero creo que el Santísimo quiere fuego a su lado. La vela votiva debe consumirse, es sacrificio ofrecido a la majestad de Cristo.

Nadie que ha encendido una lámpara la tapa con una vasija o la mete debajo de la cama, sino que la pone en el candelero para que los que entren vean la luz. Por eso me gusta el fuego, porque no se puede ocultar. Si lo cubres con una vasija, se apaga. Si lo metes debajo de la cama, te quema la cama y sales de allí en llamas como un bonzo.

Mira lo que dice Jeremías: La palabra del Señor me ha servido de oprobio y desprecio a diario. Pensé en olvidarme del asunto y dije: «No lo recordaré; no volveré a hablar en su nombre»; pero había en mis entrañas como fuego, algo ardiente encerrado en mis huesos. Yo intentaba sofocarlo, y no podía (Jer 20, 8-9).

Por eso creo que los cristianos que no hablan de Cristo son luces led. Ni queman, ni les quema.

(TOP25L)

El favorito de Dios

Que Dios tiene sus favoritos es algo que no puede dudarse. ¿Acaso no los tienes tú? ¿Quién ha dicho que Dios tenga que tratar a todos por igual? De entre todos los pueblos, escogió a Israel. De entre todos los judíos, escogió a doce apóstoles. Y, de entre todos los apóstoles, escogió a Pedro, Santiago y Juan como sus íntimos. No hay duda; Dios tiene sus favoritos.

Y, aunque Él elige a quien quiere y porque quiere, hoy te da una pista para que seas objeto de especial predilección. «Ponte ahí», parece decir, «y serás el primero para Mí». ¿Dónde?

Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.

Y ¿quién es el servidor de todos?

El que siempre saca la basura en casa.

El que siempre escucha a todos.

El que siempre tiene tiempo para los demás.

El que, en lugar de contar sus aventuras y sus ocurrencias, pregunta a los demás y se interesa por sus vidas.

El que no se queja cuando lo echan atrás o no lo tienen en cuenta, sino que da gracias a Dios.

El que siempre perdona.

El que nunca se queja.

El favorito de Dios.

(TOB25)

¿Qué vas a comer hoy?

La Iglesia ha tomado esas palabras dichas por Jesús en casa de Mateo para incluirlas al comienzo de la Misa, en el acto penitencial:

No he venido a llamar a justos sino a pecadores.

Y nosotros, al iniciar la celebración de la Eucaristía, aclamamos: «Tú que has venido a llamar a los pecadores, Señor, ten piedad».

Y es que toda esa aventura que cambió la vida de Leví se reproduce en cada misa. No debería extrañarte lo que te voy a decir: ¿No te distraes con frecuencia durante la celebración? ¿Nunca asistes a la Eucaristía desde tu «mostrador de los impuestos», es decir, desde tu negociado, donde tratas tus asuntos? «Padre, no se lo va a creer. Mientras está usted consagrando, yo estoy pensado en qué voy a poner de comida»… Pues me lo creo. Somos como somos. Al menos piensa en comida durante la consagración; algo tiene que ver.

Pero una voz, desde el altar, como a Mateo, te susurra: Sígueme. Y entonces te levantas, dejas aparte el menú y te vas con Él. Y, como Mateo, al comulgar te lo llevas a tu casa y comes con Él. ¿Qué vas a hacer hoy de comida? Él te alimenta.

(2109)

Tener o no tener

santas mujeresAcordaos del joven rico: sus muchos bienes hicieron en él el efecto de un cepo que atrapó sus pies y le impidió seguir a Cristo. Siglos después, san Agustín escribiría en sus Confesiones: «Reteníanme lejos de ti aquellas cosas que, si no estuviesen en ti, no existirían».

Dirijamos ahora la mirada a las santas mujeres de quienes nos habla san Lucas: María la Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes; Susana y otras muchas que les servían con sus bienes.

¿Veis la diferencia? Al joven rico, como al joven Agustín, las cosas creadas les impidieron seguir a Cristo. Las santas mujeres, sin embargo, servían a Cristo con sus bienes.

Y es que no se trata de tener o no tener. Se trata de adorar a Dios. Puede un pobre condenarse por no haber compartido el poco pan que tenía con quien era más pobre que él. Y puede un rico emplear sus riquezas en llevar a cabo la obra que Dios le encomienda. Quien adora a Dios todo lo pone a su servicio, y él mismo se entrega sin reservas. Quien adora a las riquezas queda cautivo de ellas para siempre.

(TOP24V)

Corazón penitente

En tiempos de Jesús, los judíos hacían multitud de actos de penitencia: ayunaban, se vestían de saco, se echaban ceniza, ofrecían sacrificios expiatorios… Pero a Dios, si atendemos a los profetas, parecían no gustarle aquellos actos, y acusaba a su pueblo de darle un culto vacío. ¿Qué les faltaba?

Una pecadora vino trayendo un frasco de alabastro lleno de perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con las lágrimas, se los enjugaba con los cabellos de su cabeza, los cubría de besos y se los ungía con el perfume.

A los judíos les faltaba lo que esta mujer tenía en abundancia: espíritu de penitencia. Es la conciencia de haber pecado, el dolor de sus culpas, y la certeza de que no es digna del perdón. Se postra ante Cristo como se postraría ante Dios, pero sabe que el Maestro no le debe nada. Por eso no se atreve a pedir, sólo ama. Y en ese acto de amor sincero y tierno está su gran obra de penitencia, la que conmueve a Jesús y le lleva a decir: Tus pecados están perdonados.

Vale más un acto de contrición sincero que mil penitencias vacías.

(TOP24J)

La vida es baile

Se reían del rey David cuando introdujo el arca de la Alianza en Jerusalén, porque iba bailando alrededor de ella vestido con un roquete de lino. Pero aquel hombre nos estaba gritando a todos que la vida es baile. Unos bailan para Dios, otros bailan para el ídolo.

Jesús contrapone a los hijos de esta generación con los hijos de la sabiduría. Y echa en cara a los primeros que hemos tocado la flauta y no habéis bailado. Eso no quiere decir que estén quietos. Bailan, y bailan mucho, pero sus bailes macabros los ejecutan al son de otra flauta.

Los hijos de esta generación han nacido de este mundo, los hijos de la sabiduría han nacido de lo alto. Se nota al comprobar a quién obedece cada uno. Porque la obediencia es la virtud (o el pecado) que convierte la vida en baile. Nuestros contemporáneos están dispuestos a bailar al son de las consignas «woke» que amplifican sus medios de comunicación. Los hijos de la sabiduría viven pendientes de los sentimientos de Cristo.

Si el evangelio del día, como hoy, es triste, nos entristecemos. Si es alegre, nos alegramos. Esa palabra es nuestra flauta. Para ella vivimos y bailamos.

(TOP24X)

Juan, el hijo de la viuda

Cada palabra de Jesús, cada milagro encuentra su cumplimiento y su sentido en el Calvario. Todo cuanto Jesús dice o hace puede superponerse, como una transparencia, sobre el relato de la Pasión, y entonces adquiere matices maravillosos. Veámoslo con la resurrección del hijo de la viuda de Naín.

El Señor se compadeció de ella y le dijo: «No llores». Y acercándose al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon); y dijo: «¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!» El muerto se incorporó y empezó a hablar, y se lo entregó a su madre.

¿Por qué llora Cristo en la Cruz? Llora por la muerte del hombre, por nuestra muerte. También por la muerte de Juan, quien, al pie de la Cruz, nos representaba a todos.

¿Por qué llora María? Por lo mismo que hace llorar a Jesús. El corazón inmaculado de la madre es la caja de resonancia de los dolores del Hijo.

Entonces, ya a punto de morir, viendo que su sangre había redimido al hombre, señalando a Juan dijo a la Virgen: Ahí tienes a tu hijo (Jn 19, 26). «Te lo he redimido, tiene vida eterna». Ponte tú en el lugar de Juan, y entenderás.

(TOP24M)

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