Cristo en su Pasión

28 septiembre, 2024 – Espiritualidad digital

Deja que se te vaya de las manos

Me parto de risa con san Juan. Empezó de maravilla, con ese primer encuentro con Jesús a orillas del Jordán en el que le preguntó dónde vivía. Y, tras acompañar a Jesús en la Cruz y contemplar la sangre y el agua, fue un místico. Pero, entre medias, era un bicho, un jovencito impetuoso que mereció ser llamado «hijo del trueno» junto a su hermano (quien también se las traería). Encuentra a un pobre hombre que expulsa demonios en nombre de Jesús y monta un escándalo:

Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no viene con nosotros. «Es que, Maestro, esto no puede ser, se nos va de las manos. Si cualquiera va por ahí invocando tu nombre y los demonios le obedecen, esto se nos desmanda. ¡Pon orden, Maestro! Que al menos pasen primero por ventanilla»

Jajaja. Jesús se reiría también: No se lo impidáis, porque quien hace un milagro en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. «Abre las manos, Juan, que no puedes retener el agua del Espíritu. Deja que se te vaya de las manos, Dios la encauzará. Anda, descansa un poco, chiquitín».

(TOB26)

Indefenso en nuestras manos

décima estación del via crucisAyer anunciaba Jesús su Pasión, y hoy renueva el anuncio. De nuevo, hay palabras muy perturbadoras en esa profecía:

El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres.

He recordado el modo en que san Lucas da noticia de la condena de Cristo: Soltó al que le reclamaban (al que había metido en la cárcel por revuelta y homicidio), y a Jesús se lo entregó a su voluntad (Lc 23, 25).

Pensad en la flagelación, en la coronación de espinas, en la crucifixión… El cuerpo de Cristo fue desnudado cuatro veces: en casa de Herodes, en la flagelación, al comienzo del Vía Crucis y en la propia crucifixión. Realmente fue entregado en manos de los hombres, como un juguete con el que los hijos de Adán, movidos por Satanás, llevaron a cabo sus juegos macabros.

Pero nos queda un consuelo. Pensad que igual de entregado se encuentra en la Eucaristía. Dios pone el cuerpo de su Hijo en manos del sacerdote, y el sacerdote lo pone en nuestras manos. Podemos profanarlo, o llenarlo de cariño. Procuremos que nuestras comuniones y nuestras visitas al sagrario sean desagravio por tantas injurias. Si le hemos ofendido, también podemos consolarlo.

(TOP25S)

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