La Resurrección del Señor

21 septiembre, 2024 – Espiritualidad digital

El favorito de Dios

Que Dios tiene sus favoritos es algo que no puede dudarse. ¿Acaso no los tienes tú? ¿Quién ha dicho que Dios tenga que tratar a todos por igual? De entre todos los pueblos, escogió a Israel. De entre todos los judíos, escogió a doce apóstoles. Y, de entre todos los apóstoles, escogió a Pedro, Santiago y Juan como sus íntimos. No hay duda; Dios tiene sus favoritos.

Y, aunque Él elige a quien quiere y porque quiere, hoy te da una pista para que seas objeto de especial predilección. «Ponte ahí», parece decir, «y serás el primero para Mí». ¿Dónde?

Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.

Y ¿quién es el servidor de todos?

El que siempre saca la basura en casa.

El que siempre escucha a todos.

El que siempre tiene tiempo para los demás.

El que, en lugar de contar sus aventuras y sus ocurrencias, pregunta a los demás y se interesa por sus vidas.

El que no se queja cuando lo echan atrás o no lo tienen en cuenta, sino que da gracias a Dios.

El que siempre perdona.

El que nunca se queja.

El favorito de Dios.

(TOB25)

¿Qué vas a comer hoy?

La Iglesia ha tomado esas palabras dichas por Jesús en casa de Mateo para incluirlas al comienzo de la Misa, en el acto penitencial:

No he venido a llamar a justos sino a pecadores.

Y nosotros, al iniciar la celebración de la Eucaristía, aclamamos: «Tú que has venido a llamar a los pecadores, Señor, ten piedad».

Y es que toda esa aventura que cambió la vida de Leví se reproduce en cada misa. No debería extrañarte lo que te voy a decir: ¿No te distraes con frecuencia durante la celebración? ¿Nunca asistes a la Eucaristía desde tu «mostrador de los impuestos», es decir, desde tu negociado, donde tratas tus asuntos? «Padre, no se lo va a creer. Mientras está usted consagrando, yo estoy pensado en qué voy a poner de comida»… Pues me lo creo. Somos como somos. Al menos piensa en comida durante la consagración; algo tiene que ver.

Pero una voz, desde el altar, como a Mateo, te susurra: Sígueme. Y entonces te levantas, dejas aparte el menú y te vas con Él. Y, como Mateo, al comulgar te lo llevas a tu casa y comes con Él. ¿Qué vas a hacer hoy de comida? Él te alimenta.

(2109)

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