La Resurrección del Señor

31 agosto, 2024 – Espiritualidad digital

Gente sostenible

La sexta bienaventuranza promete que los limpios de corazón verán a Dios. Es como si te dicen que quien tenga las gafas limpias verá las nubes. En esta vida, a Dios lo vemos con el alma. Si el corazón está sucio, el alma está ciega. Y, creedme, ver a Dios es, en esta vida, la dicha suprema.

Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos. Los judíos tenían un concepto carnal del pecado. La pureza, para ellos, consistía en tener las manos limpias. Me acuerdo de la pandemia de 2020, menuda obsesión con el gel hidroalcohólico, yo casi me dejo la piel de las manos en los enjuagues. Pero nuestra sociedad es así: si no fumas, si reciclas, si eres verde y sostenible estás salvado… ¿de qué? Preferiría ir al cielo con mi pipa que ir al infierno con el tapón pegado a la botella de agua.

Cuidad, ante todo, la limpieza del corazón. Confesad con frecuencia, amad a la Virgen, sed castos, mirad al cielo diariamente en vuestra oración. Y, luego, los envases de plástico al cubito amarillo.

(TOB22)

Y, además, lo pasamos bien

Hablábamos ayer de la muerte, y con ella seguimos, porque de ella hablan estas parábolas.

Pensar que, puesto que vamos a morir, mejor emplear la vida en pasarlo bien es una frivolidad. Quien así piensa olvida que, tras la muerte, habrá un juicio; que la vida se nos ha dado, y se nos ha dado para algo; y que de ese algo tendremos que rendir cuentas.

Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus siervos y los dejó al cargo de sus bienes. Estamos en el mundo para dar fruto y, por eso, la vida es trabajo que debe realizarse con alegría, paz y amor de Dios.

Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco. Es preciso emplear la vida en anunciar la victoria de Cristo. Quizá, mientras lo hacemos, nos parezca trabajo estéril, porque muchos no quieren acoger a Jesús. Pero Dios mismo se encargará de que nuestro anuncio dé fruto.

Si vivimos así, como quienes trabajan para Dios, quizá nos demos cuenta, al final de la vida, de que, además, lo hemos pasado muy bien, mejor que nadie. Y todo ello en medio de cansancios, pero abrazados por un Amor que hace dulce la vida.

(TOP21S)

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