Debieron sentirse abrumados los apóstoles cuando Jesús declaró el carácter indisoluble del matrimonio.
Si esa es la situación del hombre con la mujer, no trae cuenta casarse.
Supongo que depende de la cuenta. La fragilidad humana no soporta un compromiso hasta la muerte. Pero si se cuenta con la ayuda de la gracia, casarse trae cuenta, y aún sobra… Siempre y cuando sea ésa la llamada de Dios. Lo que Dios pide, Dios lo da.
Hay quienes se hacen eunucos ellos mismos por el reino de los cielos. Y es que no a todos les pide Dios contraer matrimonio. A algunos nos pide el celibato o la virginidad. Y, de nuevo, lo que Dios nos pide, Dios nos lo da.
Personalmente, me alegro de ser célibe. Me alegro porque lo he recibido del cielo. Dios me lo pidió, y yo, que me sentía incapaz de dárselo, me fie de Él. Así descubrí (repito por tercera vez) que lo que Dios pide, Dios lo da. Si el celibato o la virginidad no son regalos del cielo, serían cargas insoportables que nadie podría pedir a un ser humano. Pero si son regalos de lo alto, el gozo que los acompaña es inmenso.
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