¿Por qué pagamos nuestros impuestos? ¿Por qué Jesús pagó los suyos? ¿Por qué los santos apóstoles Pedro y Pablo nos invitan a pagar los tributos y a mostrar respeto y obediencia a nuestros gobernantes? ¿Por qué Jesús, siendo el Hijo de Dios, obedeció a Poncio Pilato?
Entonces, los hijos están exentos. Sin embargo, para no darles mal ejemplo, ve al mar, echa el anzuelo, coge el primer pez que pique, ábrele la boca y encontrarás una moneda de plata. Cógela y págales por mí y por ti.
Con este curioso milagro demostró Jesús que, aun siendo Hijo de Dios y Señor de la Creación, voluntariamente se sometía a los poderes de este mundo. ¿Por qué? Porque no podría redimir el mundo sino desde dentro, obedeciendo como siervo a quienes le debían obediencia como Dios. Mirad a los deportistas que levantan pesas: para poderlas levantar, primero tienen que agacharse y ponerse bajo ellas. Luego las levantan, y parecen crucifijos.
Somos hijos de Dios, el mundo entero nos pertenece. Pero pagamos impuestos y obedecemos a nuestros gobernantes porque, unidos al misterio de la Cruz, queremos redimir la tierra. Y ese misterio es, esencialmente, sacrificio de obediencia. Por eso nos hacemos los últimos.
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