Hay parábolas de malos y buenos: la del trigo y la cizaña, la de la red, la alegoría de las ovejas y las cabras en el Juicio Final, etc. Pero hay otras parábolas, como la del administrador infiel o la del prejubilado idiota (el que pensaba pegarse la vida padre sin saber que se estaba muriendo) en las que el juego transcurre entre listos y tontos. La parábola de las diez vírgenes es de ésas. Lo mejor es salvarse; pero, si uno se va a condenar, peor que condenarse por malo es condenarse por tonto. Imagínate toda la eternidad con los demonios carcajeándose en tu cara.
Cinco de ellas eran necias y cinco eran prudentes. Quiere decir tontas y listas, en román paladino. Porque, al final, quienes entran al banquete son aquéllas que no cometen la estupidez de creer que basta con llevar lo justito y quedarse dormidas después. Son listas, saben que al Señor le gusta llegar tarde y que nosotros tenemos tendencia a dormirnos. Por eso se hacen con una reserva de aceite: un tiempo de oración, una vida sacramental, una tarea apostólica. De este modo, aunque se duerman, entrarán, porque, además de vírgenes y listas, son amigas.
(0908)