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26 agosto, 2023 – Espiritualidad digital

La soledad de un hombre llamado Jesús

El evangelio de hoy no nos mostrará todos sus secretos a menos que tengamos en cuenta la soledad del hombre llamado Jesús.

¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?… Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?

No lo leas como si fuera una pregunta de Catecismo. No lo es. Piensa en la necesidad que tiene todo hombre de ser conocido y comprendido, en lo solo que se puede llegar a sentir quien no puede compartir su intimidad con nadie. ¿No has pensado nunca en esa soledad humana de Cristo? Desde que abandonó la casa de su madre, nadie, ni de lejos, pudo comprender esa intimidad del Unigénito de Dios. La satisfacción que experimenta un hombre al sentirse mirado, comprendido y conocido por un ser amado le fue denegada durante su vida pública… hasta este momento.

Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Jesús vio, en estas palabras, un regalo de su Padre, quien iluminó con el Espíritu el corazón de Pedro para que fuese su «tú», su Esposa, su Iglesia, la Roca en que apoyarse.

No tienes la menor idea de la satisfacción que procuras al Señor cuando miras al sagrario con fe y amor.

(TOA21)

¿Cómo andas de cristianismo?

¿Cómo se mide el cristianismo? ¿Se puede ser «más» o «menos» cristiano? Está claro que sí. Si «cristiano» es quien pertenece a Cristo, uno puede pertenecer más o menos al Señor; haberle entregado todo, haberle entregado casi todo, haberle entregado algo o no haberle entregado nada. Pero ¿cómo se mide? ¿Existe un termómetro que me diga a cuántos grados de cristianismo está mi alma? Bueno, un termómetro no; yo cogería, más bien, una cinta métrica.

Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y agrandan las orlas del manto… Estas actitudes son lo más opuesto al cristianismo, porque se encuentran a muchos kilómetros de la Cruz, donde Cristo fue despreciado de los hombres, desnudado y humillado ante las gentes.

Si quieres saber cómo andas de cristianismo, mide la distancia que hay entre tu vida y la Cruz. Pero mide bien. Esa distancia no se mide por el sufrimiento; si así fuera, tomar unas gambas a la plancha con una cerveza fría supondría apostatar. La distancia se mide por la obediencia: Mientras tomo un aperitivo, o mientras sufro una enfermedad, ¿estoy realmente unido a Cristo y entregado al Padre? ¿O estoy haciendo mi «santa» voluntad?

(TOI20S)

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