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19 agosto, 2023 – Espiritualidad digital

Bienaventurados los pesados

Cada pasaje evangélico tiene varias puertas de entrada. Y, según la que elijas para adentrarte, lo vivirás de una forma distinta. Hoy entraremos en el episodio de la mujer cananea por la puerta que nos abren los discípulos con su queja: Atiéndela, que viene detrás gritando.

San Mateo sitúa la acción en el camino. Por eso dice que ella viene detrás. Pero san Marcos nos aclara que todo comenzó antes, dentro de una casa, donde se presentó la mujer suplicando al Señor que liberase del demonio a su hija. El Señor la ignoró, se levantó y se marchó. Pero la mujer siguió a Jesús gritando sin cansancio y sin descanso.

Jesús fingía no escuchar, pero los discípulos estaban hasta la coronilla de la señora de marras. ¿Pero no va a callarse esta mujer? ¡Será pesada! ¡Que nos deje en paz! Atiéndela, que viene detrás gritando. Es decir: «¡Dale lo que quiere y que se marche de una vez!»

Jajaja… Benditos los pesados, los que no tienen respetos humanos al dirigirse al Señor. Ojalá atruenes el cielo de tal forma que todos los santos pidan a Jesús que te atienda para que los dejes en paz. Yo, personalmente, estoy en ello.

(TOA20)

Lo único que importa en esta vida

Lo difícil es que nos lo creamos. Las urgencias, las preocupaciones y los mil ruidos que nos rodean nos engañan y nos ciegan. Pero lo único que importa en esta vida es estar unidos a Cristo. Y nada más. Si fracasamos en todo, si todo nos duele, si la enfermedad y la muerte nos acosan por todas partes, pero estamos unidos a Cristo, todo va bien. Pero si nos apartamos de Él, aunque el mundo entero nos aplauda, aunque rebosemos salud y nos sobre el dinero, estamos perdidos. Lo repetiré: lo único que importa en esta vida es que estemos unidos a Cristo.

Por eso, hacernos como niños es garantía de felicidad, de santidad y de vida eterna. Porque de los que son como ellos es el reino de los cielos.

Y es que nos equivocamos cuando imaginamos la santidad como una gesta de héroes. Porque el héroe es un coloso, mientras el niño es diminuto. Así que tú eliges: puedes seguir soñando con realizar por Jesús gestas dignas de una epopeya, o puedes, simplemente, echarte en sus brazos y dejarte acariciar y bendecir. O abrazar su cuello y dormir con la cabeza en su hombro, como hacía san Juan.

(TOI19S)

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