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14 agosto, 2023 – Espiritualidad digital

Cuando Dios te coge en brazos

¿Cuánto puedes saltar, cuánto puedes elevarte sobre el suelo con tus solas fuerzas? Lo he consultado, el récord de salto vertical está en 2,45 metros. Aunque hubo un hombre que, con su propio poder, ascendió hasta lo más alto del cielo. Pero había truco: ese hombre es el Hijo de Dios.

¿Y si te levantan? ¿Qué altura puedes alcanzar? A los niños los levantan sus padres: se agachan, los toman en brazos, los elevan hasta la altura de su rostro y los besan. Por eso no hablamos de «ascensión» de la Virgen, sino de «asunción». Se agachó Dios hasta el seno de Ana y elevó a su hija sobre las aguas del pecado. La siguió ensalzando, la hizo madre de su Hijo, la encumbró sobre toda criatura: Me felicitarán todas las generaciones… Ahí la tienes, la «Miss Historia». Pero aún no había terminado su vuelo.

¿Iba a ser pasto de gusanos el cuerpo que fue sagrario del Verbo Divino? ¿Iba la muerte a devorar a la sin pecado, a la más hermosa de las criaturas? ¡No! Terminado su paso por esta vida, Dios la elevó hasta la altura de su rostro, la besó, y la sentó junto a su Hijo.

(1508)

La moneda escondida en el pez

Hay quien espera hasta el último día para pagar sus impuestos. Jesús debía ser de ésos, porque los recaudadores estaban nerviosos.

¿Vuestro Maestro no paga las dos dracmas? Pedro los tranquilizó: . Y, a partir de ese momento, todo podía haberse resuelto en dos minutos: llega Pedro a casa, Jesús saca el monedero, le da dos dracmas a Simón y que le traiga el resguardo para que no le molesten más… Pero no.

Ve al mar, echa el anzuelo, coge el primer pez que pique, ábrele la boca y encontrarás una moneda de plata. Cógela y págales por mí y por ti.

Eso es ponerlo difícil. O decirnos algo a todos. Porque, desde los primeros siglos, a Cristo, que multiplicó los peces junto a los panes, se lo representó como un pez. Él es el Pez que siempre pica, que se deja encontrar por quien lo busca. Y, cuando lo encuentras, la Iglesia lo abre para ti y saca una moneda de sus entrañas, de su carne: la sagrada Hostia. Con esa moneda pagas tu deuda, porque es viático que te llevará al cielo. Y pagas también por Él, porque tu vida queda convertida en ofrenda del Hijo de Dios.

(TOI19L)

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