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12 agosto, 2023 – Espiritualidad digital

Un chapuzón fuera de hora

Supongo que es causalidad, pero está bien situado este evangelio a mediados de agosto, cuando los calores del verano llevan a media España a buscar el agua de las playas y piscinas para refrescarse. Lo malo del chapuzón de Pedro es que no fue precisamente un baño deseado. Tú hubieras aprovechado para hacerte unos largos en el Mar de Galilea… pero no.

No, porque no son aguas de recreo. Son las aguas de la muerte, que te engullen en medio de la noche. ¿No has tenido nunca la sensación de «no hacer pie», de no encontrar un punto de apoyo, de estarte ahogando y no poder respirar porque has perdido el control y la vida te traga? Se llama angustia, y es el preludio de la muerte.

Señor, sálvame. Es la única oración posible en los momentos de angustia. Enseguida Jesús extendió la mano. Y la mano tendida de Cristo, la única salvación. Cógela, reza, abrázate fuertemente al Crucifijo. Y tu muerte se convertirá en bautismo. Y, en adelante, sabrás que tu punto de apoyo no está bajo los pies, donde las aguas te tragan. Está ante tus ojos. Míralo a Él, aunque sea de noche, y no te hundirás.

(TOA19)

¿Quién quiere mover un monte?

Cerca de mi casa está el monte de Abantos. Mañana haré uso de mis superpoderes, lo tengo decidido. Le diré al monte de Abantos: «Arráncate de la tierra y plántate en el pantano de Valmayor». Ya verás qué gracia. En serio, puedo hacerlo. El Señor ha dicho: Si tuvierais fe como un grano de mostaza, le diríais a aquel monte: «Trasládate desde ahí hasta aquí», y se trasladaría. Y yo creo que, al menos, un grano de mostaza de fe debo tener….

Ya comprenderéis que todo el párrafo anterior es un despropósito. Y que no voy a hacer semejante estupidez para que luego digan que el apocalipsis climático está arrastrando los montes hacia los pantanos. Pero la frase del Señor hay que explicarla.

La fe no te otorga superpoderes capaces de mover montañas, ni te convierte en un superhéroe que va derramando milagros por donde pasa. Sólo Dios puede mover un monte. La fe, esa fe pequeña como un grano de mostaza, te hace pequeño y te sumerge en Dios. Desde ese momento, todo el poder de Dios es tuyo, y toda tu voluntad suya. Entonces no querrás mover montañas, sino almas, para arrancarlas del pecado y plantarlas en Dios.

(TOI18S)

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