La Resurrección del Señor

20 mayo, 2023 – Espiritualidad digital

La apoteosis de Cristo en los cristianos

ascensiónAntiguamente, la apoteosis era el momento en que el emperador romano resultaba elevado a la categoría de dios. Se trataba del gran triunfo, la exaltación suprema. Carros y caballos, soldados y generales recorrían las calles, mientras la población se deshacía en vítores y alabanzas. Un día de gloria. Gloria falsa, pero ¡cómo brillaba! Hoy, en Occidente, no hacemos eso con los gobernantes; pero lo hacemos con los equipos de fútbol cuando ganan un campeonato.

Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. La Ascensión de Cristo supone su glorificación, su exaltación sobre todo poder visible e invisible, y supone también –dice la oración Colecta de la fiesta– «nuestra victoria». Ni ha habido ni habrá un triunfo mayor. Pero el mundo está a oscuras, y el mal parece seguir ganando terreno.

No es verdad. Toda la Naturaleza celebra a Cristo, el sol lo ensalza y lo confiesa la luna. Un brillo invisible, que brota de las almas en gracia, proclama su victoria. Y el testimonio gozoso de los cristianos, proclamado al oído en confidencias de amistad, extiende su gloria por toda la tierra. Id y haced discípulos, he ahí la apoteosis de Cristo en los cristianos.

(ASCA)

“Tú, pecador

Conocimiento luminoso

Seguramente, todos rezamos estos días la secuencia al Espíritu Santo. Y en ella pedimos: «Manda tu luz desde el cielo». Contemplemos esa luz.

Viene la hora en que ya no hablaré en comparaciones, sino que os hablaré del Padre claramente. Con toda seguridad, estas palabras del Señor van referidas a la venida del Espíritu Santo al corazón del creyente. Y, en concreto, al don de sabiduría, que trae al alma la noticia de Dios, la dulzura de su Amor y el conocimiento de su gloria. El don de sabiduría nos permite «saborear» a Dios o, como dice el salmo, «gustar» qué bueno es el Señor (Sal 34, 9). Pero ese «claramente» no significa que hable con palabras inteligibles, sino que el Paráclito hablará del Padre con claridad, con luz.

He ahí la luz venida del cielo. Ella iluminará el alma, y hablará de Dios más que ninguna palabra humana. Porque quien recibe el Espíritu conoce lo inefable, y se llena de gozo en ese conocimiento como se alegra el joven enamorado mientras contempla el rostro sonriente del ser querido.

Lo curioso es que entonces, cuando más sabes de Dios, es cuando no puedes responder a la pregunta: «¿Quién es Dios?»

(TP06S)

“Tú, pecador

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Más información
Privacidad