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29 abril, 2023 – Espiritualidad digital

¡Salve, puerta!

¿Pensáis que quienes escuchaban a Jesús entendían sus palabras? Yo creo que no.

Ellos no entendieron de qué les hablaba. Eso me da la razón. Y, seguidamente, Jesús añadió una explicación que, en apariencia, lo ponía más difícil. Yo soy la puerta de las ovejas. En la primera parte del discurso, Cristo es el pastor: El que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A este le abre el guarda. ¿Puede ser, a la vez, pastor y puerta?

Permitidme aventurar una explicación. Creo que la imagen de la puerta tiene dos referentes distintos.

Cuando Cristo dice yo soy la puerta se refiere a la Cruz. Ella es la puerta abierta en la muerte que nos permite entrar en el cielo.

Pero, en la primera parte del discurso, la puerta es la Virgen, a quien saludamos en un himno como «Puerta que dio paso a nuestra luz». A través de ella entró el buen Pastor. Y el guarda, que hasta entonces era el Príncipe de este mundo, se echó atrás, aterrado, desde su concepción inmaculada. Por eso, quien pasa a través de María es el buen Pastor. Si alguien me habla bien de la Virgen, puedo fiarme de él.

(TPA04)

“Evangelio

Los sabios de Dios

Decimos «sabio», y pensamos en un anciano, a ser posible con barba blanca y gafas para atenuar la presbicia que surgió de tantas lecturas. Como aquel enanito sabio de Blancanieves, vamos. Paradójicamente, Jesús dice «sabio» y piensa en un niño. Ya se ve que la sabiduría de Dios, tan citada en las Escrituras, no coincide con la sabiduría del mundo.

Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños. No voy a seguir viendo «The Chosen». Me hace daño. No quiero imaginarme la cara de un actor cada vez que hablo con el Señor. Prefiero al Cristo de Velázquez, cuyos cabellos le ocultan el rostro. Pero, en el tercer episodio, Cristo aparece enseñando a los niños. Los niños escuchan absortos, en silencio. Sólo preguntan y responden a las preguntas del Maestro. Así se aprende.

La sabiduría del cielo la reciben los niños, quienes saben escuchar a Dios, quienes aman el silencio. El soberbio, el adulto, ya sabe lo que Dios le va a decir. El niño escucha y se sorprende, su alma es como cera donde Cristo imprime su sello.

(2904)

“Evangelio

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