La Resurrección del Señor

1 abril, 2023 – Espiritualidad digital

¿Quién te acompañará hasta el Viernes?

Es inevitable, ante la conmemoración de la entrada de Cristo en Jerusalén, el recuerdo de las multitudes que, cinco días después, gritaron enfurecidas pidiendo su crucifixión. ¿Qué sucedió? ¿Cómo pudieron, en tan poco tiempo, cambiar las tornas de un modo tan dramático contra el Hijo de Dios?

La primera respuesta tiene que ver con los movimientos de masas: La multitud alfombró el camino con sus mantos. La masa es un monstruo amorfo que devora las almas de los hombres. El hombre se introduce en la masa, disuelve en ella su alma y se deja llevar. Quien hoy grita: «¡Hosanna!», mañana gritará: «¡Crucifícalo!». Todo depende de quién mueva los hilos.

Una segunda respuesta nos lleva al profeta: Mira a tu rey, que viene a ti, humilde, montado en una borrica. ¿Lo miraron? ¿O vieron lo que querían ver: un mesías que les resolviera los problemas de la vida? Quizá eso explicara los gritos de condena cuando lo vieron coronado de espinas. ¿Qué problemas te va a resolver un varón de dolores?

Creo en la relación personal, íntima, con Cristo. Creo que ese amor llevó junto a la Cruz a María y a Juan. Y quisiera que me llevase a mí también.

(DRAMOSA)

Te está llamando el buen Pastor desde la Cruz

Dos mil años acompañados por el Crucifijo, y muchos, aún, no han entendido nada. Lo miran, y se les queda la mirada en el dolor. Les duele la cabeza, y piensan: «Es una cruz que me manda el Señor». Como si Dios, desde el cielo, se entretuviese lanzando enfermedades a sus hijos. Qué visión tan pobre.

Jesús iba a morir por la nación; y no solo por la nación, sino también para reunir a los hijos de Dios dispersos. El buen Pastor sigue convocando, una por una, a sus ovejas. El Señor te está llamando desde la Cruz. Y no te llama al dolor; el dolor ya lo tienes puesto, te lo han traído la vida y el pecado de los hombres. Te llama a la entrega, a la Vida –con mayúscula–, al Amor, y a santificar ese dolor hasta volverlo dulce.

La Cruz no es una invitación al sufrimiento, porque Dios odia la muerte y el sufrimiento. La Cruz vuelve dulce el sufrimiento porque es puerta amorosa del cielo. La llamada con que, desde allí, te convoca el buen Pastor, es ésta: «No sufras solo; no mueras solo. Sufre conmigo, muere conmigo, resucita conmigo». Bendito dolor, bendita muerte.

(TC05S)

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